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Publicado el vistodesdeeuropa

Mourinho, el showman ganador

Cuando el  15 de mayo de 2004 levantó la Champions con el Porto, José Mourinho se convirtió en un personaje mediático. Aquel hombre de permanentes gestos adustos y declaraciones poco habituales, que había llevado a la cima al Porto ganando cinco títulos en dos temporadas (Liga, Copa de la Liga, Copa de la UEFA, Liga portuguesa y la Champions League), experimentó uno de los puntos máximos de su carrera. Por fin, su escuela de aprendizaje al lado de Bobby Robson durante tres temporadas, sus primeros pasos como entrenador del Uniao Leiria y Benfica y  el tiempo dedicado a la licenciatura en Educación Física, con especialización en metodología del fútbol, empezaban a darle un sentido a su filosofía futbolística. No en vano, después de su racha en Portugal continuó incrementando su valía como entrenador.

Fue así como asumió el reto de conducir el Chelsea del magnate Roman Abramovich para convertirlo en uno de los monarcas de la Premier League. Y lo hizo levantando el trofeo de la liga tras cincuenta años de sequía. Su racha siguió con el bicampeonato y las posteriores cuatro conquistas en copas nacionales. Sólo el español Luis García y su gol fantasma no le permitieron a Mou disputar el anhelado título de Europa con los “Blues” en la temporada 2005.  Se marchó dos años más tarde con seis títulos en tres años y el Chelsea perdió la brújula ganadora.  

Siempre ha sido un estudioso de los detalles del juego, no deja nada al azar ni a la resolución a través del talento de sus dirigidos. Entiende como pocos que el futbol de hoy exige un estudio continuado y riguroso, más allá de como sea la consecución de los resultados. Su gran virtud es el convencimiento que transmite a sus jugadores. Los respalda y lucha con ellos hasta el final. Por ello, la gestión de grupo del portugués es asimétrica con la gestión que tiene con los medios y la afición. Siempre tuvo enfrentamientos con la prensa.  Pero su coraza es inmensa, aguanta todo. Debate, contrapregunta en las ruedas de prensa y sus declaraciones fuera de tono casi siempre tienen un propósito. “Para nosotros la final es un sueño, para el Barcelona una obsesión”. Con esa corta expresión y con la presencia de Figo a su lado se cargó toda la presión y sacó de casillas al diplomático Joan Laporta: “Es un sicólogo de pacotilla”.  

Es evidente que es un producto hecho a la medida de estos tiempos compulsivos del fútbol. Sabe cómo hacer su trabajo dentro y fuera. Nunca ha contado con un respaldo unánime pero aún así termina convenciendo.     

 Anoche volvió dejar su sello con una derrota que hizo historia. El 1-0 en el Camp Nou y la táctica aplicada para controlar el resultado, evidenciaron que la mejor estrategia ante un equipo de las virtudes del Barcelona  es cerrar los espacios para evitar el progreso. Bien lo aplicó Guus Hiddink la temporada pasada con Chelsea y anoche el gran Mou dictó cátedra de cómo dirigir un equipo en situaciones adversas. Puede que la propuesta del portugués de colgar a su equipo, literalmente, debajo de los palos no sea la óptima para encantar y llenarse de fútbol y más teniendo en cuenta la calidad del plantel, pero si es una clase de cómo convencer a un grupo de profesionales con una idea y ejecutarla al pie de la letra.   

La expulsión de Thiago Motta no fue el detalle que definió el partido. Si lo condicionó, pero lejos estuvo el Inter de derrumbarse. Pensé que desde aquel momento no habría manera de soportar con diez hombres al campeón de Europa a falta de 62 minutos por jugarse. No sólo lo pensé por una cuestión de desventaja numérica, sino por el golpe anímico que podría significar para los italianos quedar expuestos ante un equipo con tantos recursos. No fue así. No hubo lamentos ni reproches y el partido continuó con la misma idea. Y en eso también tuvo que ver la escasa reacción de Barcelona. Aún con el golpe de timón de Guardiola para el segundo tiempo, incluyendo a Maxwell y Jeffren para encontrar mayor profundidad, los blaugranas no encontraron el camino. Siempre se encontraron con la muralla del frente.  Un verdadero dolor de cabeza. Un mar de piernas interminable.

El partido terminó con un Inter sin delanteros. Córdoba, Mariga y Muntari, sustituyeron a Milito, Eto’o y Sneijder.  Messi y Xavi nada pudieron hacer para romper el muro y terminaron opacados por culpa de una aplicada táctica. Piqué le devolvió la ilusión al gran campeón pero ya era tarde. Su acrobática definición también será parte del recuerdo.

Nada podrá opacar esta impecable eliminatoria. Tuvo todo lo que puede tener una gran definición. Hubo dos ideas distintas, dos maneras de ver el fútbol, pero esta vez es el Inter justo vencedor. Destronó a un todopoderoso. Así fue el Inter y así es Mourinho. Sus equipos reflejan su enorme personalidad competitiva. Nunca dan el brazo a torcer aún cuando enfrente tienen todo un contexto adverso.  Ahora los espera el Bayern Munich en el Bernabéu… Aaah!! Y me olvidaba!!! … También lo espera Van Gaal, su ex jefe … En el Barcelona?

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