Qué lindo era gritar un gol apenas la pelota cruza la línea. Qué lindo era hacerlo con naturalidad y experimentar esa emoción indescriptible. Ahora, hay que esperar más de dos minutos a que los revisen para alegrarse definitivamente o sentir la frustración. Cualquiera de los dos caminos atenta contra ese hermoso sentimiento que produce el grito sagrado, esa acción que es la cúspide del amor hacia el fútbol. Este fútbol que está destruyendo el VAR.
Lo está destruyendo porque es MENTIRA que el VAR le dé justicia al juego. Ha quedado demostrado en compromisos de Copas Libertadores, de Mundial, de la Champions y ahora de la Copa América. Entonces, si con la tecnología se siguen cometiendo errores cruciales y, además, le está quitando la emoción al balompié, no sirve su utilización. Funciona con el chip que tiene el balón y que le avisa al árbitro con una vibración en su reloj que fue gol. Para nada más.
Habría que buscar otras soluciones. Colmar de árbitros el borde del terreno de juego, incluir dos jueces de línea más (que queden dos para el ataque de cada equipo), poner otros al lado del área (como ha sucedido en la liga italiana), colocar otros en las tribunas que se comuniquen al instante con el principal y que las decisiones no tarden en ser tomadas. Pero el VAR, por este camino, va directo al fracaso. Las especulaciones continúan; los esperpentos de arbitrajes, también.
No es posible que no sepamos qué le dicen quienes están al frente de las pantallas al árbitro ni qué responde éste. Tampoco sabemos por qué deciden utilizarlo en ciertas ocasiones y en otras no. Mucho menos, por qué si en el reglamento se encuentra estipulado verificar ciertas jugadas no lo hacen y persisten en los errores, cuando se supone que el detestable VAR se creó para que ellos no aparezcan más. Antes, al menos, teníamos la emoción. Ahora persisten los horrores y están acabando con la emoción.
¡Dejen de destruir al fútbol!