Irse de un campeonato sin recibir goles es una hazaña, pero que ello no sirva para llegar a una ronda semifinal en un torneo de 12 equipos deja muchas preguntas. Esta y otras que caen como el agua tropical en la actual Copa América: varias, relacionadas con el protagonismo del VAR.
Colombia ilusionó y logró un desempeño destacable en defensa y contundencia en la primera fase, pero se encontró en cuartos al Chile bicampeón que juega de memoria con nueve jugadores de la vieja guardia que siguen vigentes y son expertos en torneos cortos y máxima exigencia.
El VAR actor clave en ese partido, determinó el marcador, pero también el estado emocional del juego. Colombia con el cero en puerta y dos goles que no le concedieron a Chile sintió que tenía el control del partido y no dio el paso adelante. Los goles anulados en lugar de ser revulsivos al equipo cayeron como una anestesia individual y colectiva, una falsa creencia de que el partido no se perdería.
De nada sirvieron tres delanteros para los últimos 15 minutos, el equipo en su psiquis se olvidó de ganar y quedó fuera en los penales donde la gran pregunta fue por qué Zapata no estuvo entre los cinco cobradores?
Pero esta Copa, tiene al VAR en todo el escenario y centro de los partidos. No fue la excepción en el juego de Brasil contra Paraguay que también acabó en ceros, o en el Brasil- Venezuela que tampoco tuvo el grito más lindo del fútbol. Dos partidos de local de Brasil sin anotar? Fueron tan buenas las defensas de Venezuela o el regreso de Paraguay a sus orígenes y aguantar el aluvión de la ‘canarinha’ con un hombre menos durante 35 minutos?
Y Uruguay sintió en carne propia los desenlaces inexplicables de las determinaciones tecnológicas. Goles anulados a Suárez y Cavani, otro partido sin anotaciones en 95 minutos y se empieza a crecer Perú- el rival pequeño-, y el grande a darse cuenta que tal vez no es su día.
Fallo de Lucho en el penal inicial y Perú confió en la mancha blanca -que le costó un partidazo en el Mundial pasado, y la eliminación de la Copa 2016- y fue ahora su gran aliada. Los incas de regreso a semifinales, no sólo al vencer a Uruguay si no reponerse en 4 días de un garrote psicológico como fue su debacle ante Brasil 0-5.
Argentina hilvanó el camino más rápidamente ante Venezuela luego de una primera fase para el olvido. Ahora en semifinales se juega una final contra Brasil no sólo con la apuesta de llegar a la final, si no de eliminar al anfitrión y su enconado enemigo del planeta fútbol.
Pero visto lo ocurrido, habrá no sólo que poner atención a las semifinales en el ámbito futbolístico y dos partidos con tensión histórica como Chile-Perú y Argentina-Brasil, si no a cómo el VAR en su aporte a decisiones controvertidas, largas esperas de los equipos mientras se define una polémica de gol, expulsión o penal, y el efecto que tiene en los jugadores perder uno o dos goles, o sentir triunfalismo de no haberlos recibido, debe incorporarse en la libreta de apuntes de los entrenadores porque sí es un ingrediente muy importante en el devenir de los partidos en torneos así de cortos.
Ojalá el fútbol y toda su magia, sean los artífices de quién levante la Copa, y no el VAR, su ciencia y confusos efectos en la psiquis colectiva del deporte más lindo del mundo.