Pelota literaria

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FLAMENGO, CAMPEON EN EL ARTE DE REMAR

Otro 23 de noviembre, 38 años después, Flamengo levantó su segunda Copa Libertadores. “Gabigol” Barbosa metió el pie para empatar el partido sobre la raya y sobre la hora al minuto 89’ cuando River ya estaba alistando la celebración desde el banco, y en Núñez. 

Con ese 1-1, el juego iría a los tiempos extras. Todo un cataclismo para los argentinos, y un logro monumental esperado por los brasileños que remaron haciendo conexión con su origen y más con empuje que con táctica lograban el milagroso empate. 

Mucho premio para el Fla que se desdibujó una vez empezó la final en el Monumental de Lima, y recibió un garrotazo con el primer gol de Rafael Borré a los 14 minutos. Con aquel 1-0, el camino pareció pavimentado para los dirigidos por Gallardo: brillaban con su presión, movían el ataque con cambios directos una vez recuperaban la pelota, anularon la creación del rival y desaparecieron a sus delanteros Gabriel Barbosa y Bruno Henrique. La tormenta perfecta contra el Fla, el partido soñado para la banda. 

Llegó el descanso ante el calor de esta Lima a la que le cayó la final por carambola, primera en toda la historia para dirimir al Campeón de América a partido único. Historias pretéritas los duelos a doble juego, arcaísmos hablar del tercer partido, ese que dio la única copa a Flamengo en 1981 ante el Cobreloa con desempate final en Montevideo.

Las gradas del estadio pintadas más de Flamengo que de River, dieron un colorido especial a una final entre dos que son hoy por hoy los mejores de Sudamérica. Flamengo con Jorge Jesús, entrenador portugués que tomó el mando con el equipo en octavos de final, y burló todos los obstáculos en Sudamérica y en Brasil para llegar a la final. River, con Gallardo y sus diez títulos, quería repetir corona y llegar a cinco en su historia centenaria y en su portentoso presente.

Así con toda esta ebullición, se reanudó el partido en el segundo tiempo. River salió con ganas de cerrar la final y anotar el segundo pero en un par de ocasiones vio sus esfuerzos perdidos, y así también cayó su fuelle y hambre. Flamengo seguía aguantando, apretado como un acordeón en desuso. Sin variantes, sin llegada, y en un marasmo el tiempo se consumía y el partido caía en el peor momento del juego. 

Pero Jorge Jesús no quería irse sin que su equipo intentara lo imposible para aquel instante. Dio entrada a Diego que de inmediato conectó mejor en el medio e infló el ataque con creciente peligrosidad. Por su parte Gallardo, afanoso y manejado por la ansiedad y no por la experiencia relevó a Nacho Fernández -con pobre partido, pero siempre eje del medio- y mandó a Julián Alvarez, un joven de 19 años a mover con frescura un equipo caído en el desgaste. No ocurrió eso en River y se perdió el balance y orden en el campo, y  ese peligro que siempre infunde el equipo. La banda se descuadernó.

Flamengo seguía respirando mejor en el medio y llegando con una opción clara que salvó Armani y validó de manera correcta el VAR ante una revisión de una mano que nunca existió.

Gallardo con los nervios en su camisa, dio orden a Lucas Pratto de entrar y sentenciar. El delantero tuvo dos opciones claras en las que decidió mal para él y para el equipo. Estaba contagiado de ansias, y desnortado en claridad.

Minuto 89: luego de un desborde de Bruno Henrique quien se llevó a toda la defensa hacia el centro, abrió para De Arrascaeta quien evadió sobre el piso a Pinola y dejó la pelota servida para el pie de Barbosa. El goleador tocó por primera vez el balón y empató las acciones.

En apenas segundos, el fútbol sintió que tendría vida 30 minutos más en Lima, las aficiones intercambiaron la emoción del fervor brasileño ante la angustia en los argentinos. Mientras todos sentimos que el 1-1 era suficiente para ambos y que el ajedrez tendría alargue y tal vez penales…ocurrió lo impensable.

Jugada aislada en campo del Fla que despeja hacia el área de River. Barbosa con enjundia corre y no da el balón por perdido. El capitán Pinola -figura para los analistas hasta el minuto anterior-, anticipó el balón pero en lugar de cortar el avance, vió cómo la pelota arrebatada dio un giro hacia atrás y le quedó al pie de “Gabigol” quien la remató a la derecha de Armani para decretar el 2-1. Un doblete sublime para derrocar al vigente Campeón.

Flamengo a segundos de besar la gloria, y River, huérfano y desnudo intercambiaron fricciones y sufrieron dos expulsiones de teatro: Palacios y Barbosa llenaron de drama una película que tenía más tiempo mental que real. Un partido único y final única que tras las dos rojas, no abrió espacio a nada extra. 

El peor jugador del juego hasta el 89’ hizo dos goles en dos minutos y se ratificó como el goleador de la Copa. 

Flamengo, oriundo como Club de Regatas de Río de Janeiro, remó contra corriente, tomó aire, supo esperar y dar el golpe en el momento justo: al final, cuando ya no hay tiempo, y cada gol es un monumento de mármol difícil de levantar y perfecto como base para tener por segunda vez la Copa al mejor de América.

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