Oriental Popular Norte

Publicado el David Leonardo Carranza Muñoz

Millos 1 – Pasto 2: El país en una cancha

Gustavo Torrijos – El Espectador

El silencio desconcierta cuando son tantos y se escucha tan poco. Apenas unos rumores. Una queja, si acaso, por la formación inicial del equipo. Eran las 7:30 y en El Campín no había bombos, trompetas ni cantos. No hubo un “Vamos, vamos los Millos, vamos, vamos a ganar”. Así, sin algarabía, empezó el partido contra Pasto.

El ambiente fue extraño. Era el primer partido oficial de 2020 y seguro las camisetas que algunos recibieron de navidad hacían su primera aparición formal en el estadio. También era el primer partido de la nueva indumentaria de Millos. Camiseta azul con puntos blancos en las mangas. Ya los burlones de siempre habrán dicho que era un homenaje a los 50 puntos de Pinto. Está bien. Es un chiste más que sustentado.

Apenas iban siete minutos del primer tiempo cuando Medina, el delantero del Pasto, hizo el primer gol. Apenas entraban los comandos con los bombos, las trompetas y los trapos. Apenas empezábamos a disfrutar de la vuelta del fútbol y ya sufríamos.

En una jugada que es solo tolerable en el fútbol 5 de los lunes a las 7 con los amigos, Breiner Paz sigue de largo, ni por equivocación toca el balón, y le deja todo libre al jugador que, se supone, debía marcar. “Pibe, usted se comió todos los amagues”, le diría José Sanfilippo, tal como como se lo reprochó a Goycochea luego del 0 – 5 de Colombia a Argentina.

Un joven greñudo, de saco rojo, que estaba en oriental norte gritó ese gol adversario entre las camisetas azules que por lejos éramos mayoría. Se le inflamaron las venas de la garganta. No pude más que sentir envidia.

La sorpresa de ese marcador fue contrarrestada por el canto que los comandos lideraron desde la popular sur. “Vamos, Millos querido, esta campaña volveré a estar contigo”. En oriental, una niña que debe tener unos 10 años siguió: “te alentaremos de corazón. Esta es la hinchada que te quiere ver campeón”.

Pronto la hinchada, la niña y yo nos encontramos de nuevo en la desazón que vivimos desde el año pasado. 0 – 2 pierde Millos. Otra vez Paz, otra vez Banguero, otra vez Pajoy y otra vez Medina. Lluvia, tristeza y rabia.

Hansel, Ayron y Pereira tuvieron chances claras, pero parecía como si le apuntaran al arquero antes que al arco. Excepto el último, que a pesar de que me parece un buen jugador, a la hora de definir puso en problemas al recogepelotas a quien por poco le toca ir a buscar el balón al Movistar Arena.

Luego del segundo gol del Pasto se escucharon unos gritos en la parte de arriba de la tribuna. Unas personas insultaban a una docena de hinchas pastusos que estaban mezclados con los de Millos. Como si ellos tuvieran la culpa de que Banguero camine a la hora de marcar al delantero del equipo rival, como si fueran responsables de esa noche amarga en Bogotá.

Unos cuantos policías fueron a ese sector. Intentaron hablar con esos fundamentalistas azules, pero no dio resultado. Gritaban e insultaban con caras deformadas por el sinsentido. Las autoridades, que generalmente priorizan la practicidad sobre la justicia, retiraron a los hinchas maltratados y no a los maltratadores.

El segundo gol del Pasto fue a eso de las 7:55 de la noche. Unos 10 minutos después recibí un mensaje de whatsapp enviado por una persona que hace parte de una organización social. Por estos días de asesinatos a líderes sociales esas conversaciones son más cercanas a un obituario que a un medio de comunicación. “Lamentamos profundamente el asesinato del líder comunal del Catatumbo, Fernando Quintero Mena, presidente de la JAC de Guasiles Norte y exconcejal de Convención, quién fue ultimado la tarde de hoy en este municipio de Norte de Santander. Toda la solidaridad con su familia y comunidades de la región”.

Me dio tristeza. Sentí que este país es un mundo de espejos contrapuestos donde la insensatez se replica infinitamente. Me dio la impresión de que lo que acababa de ver con los hinchas del Pasto, aunque en muy distintas proporciones, era el reflejo de una sociedad psicótica, de individuos incapaces de convivir con el otro.

Pensé que la eterna apuesta por la “practicidad” no hace más que profundizar las injusticias. Lo más “práctico” para pacificar el Catatumbo es mandar mil, dos mil, tres mil soldados; no tratar de solucionar el atraso social de la región con inversión de calidad en derechos básicos como salud y educación.

Lo más “práctico” para solucionar el problema de esos camajanes ruidosos que no querían cerca a los hinchas del Pasto es sacar a quienes fueron ofendidos y llevarlos a otro lugar; no garantizarles que pueden estar ahí porque pagaron su boleta y tienen derecho, como todos los demás, a ocupar el espacio.

Miré a la popular sur y no había entendido ni me había enterado sobre la pelea entre la Blue Rain y Comandos Azules. Tienen diferencias desde hace años, pero no sabía que últimamente se intensificaron. Cada uno con su trapo, sus canciones y formas. La Policía los separaba y este partido y lo que pasaba alrededor era ridículo. Ni hablar del árbitro, Carlos Herrera, y el VAR de 10 minutos, ni del costo de la entrada que para oriental popular norte (la segunda más barata después de las populares) es de $87.000 para dos personas, ni de Win+ y su transmisión exclusiva de una liga en la que el VAR se queda sin señal.

Cristian Arango hizo el gol de Millos que menos festejé en mi vida. No quedaban esperanzas sobre lo que pasara en la cancha. Pensé en la niña que vi en el primer tiempo cantando y que tenía puesta una camiseta en la que se leía “Por siempre embajadora”. Le diría que confíe siempre en Duque, el jugador, y que desconfíe de Duque, el presidente, que basa su gobierno en la practicidad y no en la justicia. Espero que para ella haya esperanza, en el equipo y en el país.

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