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Publicado el Andres Vargas

TOM OKKER Y UN ‘MOLINILLO’ HOLANDÉS JAMÁS ANTES VISTO

David Sánchez: @DASanchez__

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La década de los 60 airea a una de las grandes leyendas del tenis holandés entre los incipientes albores de la Era Open. En los míticos diez años en los que el mundo se encuentra inmerso en la Guerra Fría y en los que, en el circuito tenístico, la figura irremplazable de Rod Laver conquista el Grand Slam (ganar los cuatro torneos del año) por partida doble; se asiste también a la emergencia de un icono para el tenis de los Países Bajos.

Tom Okker será recordado por su enorme legado en el circuito de dobles (ganó 68 títulos), por su particular golpe de molinillo con la raqueta (le llamaban windmill, el ‘molino de viento’) y por ser uno de los primeros jugadores de la Historia de este deporte en superar la cifra del millón de dólares en premios (un total de $1.257.200 al finalizar su carrera).

Siendo elegido en 1969 como el deportista neerlandés del año, Okker consolidó su palmarés, sobre todo, en la década de los 70, pero fue, concretamente, en el año 1968 cuando se hizo profesional y cuando su tenis comenzó a brillar con más fuerza.

Precisamente 1968 brindaría al aficionado a tenis uno de esos partidos que no solo se recuerdan por la brillantez con la que se desarrolló sino también por la trascendencia histórica que supuso. Okker fue uno de los protagonistas en aquel choque.

En el complejo de Forest Hills, enclave en el que se disputaba –sobre hierba- el US Open en la época, renace la Historia con la primera edición del major norteamericano en la Era Open. Por primera vez jugadores amateurs y profesionales se dan cita en un mismo cuadro y el destino hizo que dos amateurs, Arthur Ashe y Tom Okker, (aunque Okker se hizo profesional justo antes del torneo) llegaran a la Final del evento derrotando a profesionales consolidados como Rosewall o Pancho González por el camino, en el caso del holandés, o Drysdale, verdugo de Laver en la cuarta ronda del torneo, del lado de Ashe.

Aquel encuentro tenía los mimbres de un partido de los que dejan huella. Sobre la cancha, dos jugadores con estilos contrapuestos. Okker, delgado de fisionomía pero veloz de piernas y voleador nato, frente al denominado Aces Ashe, quien hacía de su servicio un arma intimidatoria para cualquier oponente. La potencia  de aquel afroamericano atlético asombraba a propios y a ajenos.

El primer set de la Final fue indescriptible. En un alegato a la belleza formal y a la emoción rebosante, el envite se jugó prácticamente en la red deleitando al respetable con acciones técnicas y tácticas brillantes. Ashe necesitó cuatro bolas de set para adjudicarse la primera manga de la Final por 14-12 en el set más largo de la Historia en una Final de Grand Slam hasta el que disputaron Federer y Roddick en Wimbledon 2009.

Las alternativas se sucedieron a lo largo del segundo acto donde Okker equilibró la pugna (5-7). Pero Ashe no se vino abajo ante el holandés errante. Ganó la tercera manga y obligó a un cuarto parcial donde la emoción de la remontada se palpó y, lo más importante, se materializó en un quinto set de fervor que, sin embargo, cayó del lado del Ashe (14-12 5-7 6-3 3-6 6-3).

El afroamericano hacía Historia siendo el primer jugador de tal condición en levantar un Grand Slam (en la modalidad de individuales masculino) aunque, curiosamente, no recibió cuantía económica por el título, sí en el caso de Okker que, al ser profesional desde semanas antes, ganó una cifra cercana a los $14.000.

Para Okker esta sería su única Final en un Grand Slam (en individuales); un resultado que no podría igualar en resto de majors donde se quedó a las puertas de ello (Semifinales en el Open de Australia 1971, Roland Garros 1969 y Wimbledon 1978). Colgó la raqueta, definitivamente, después de haber alcanzado el número 1 en dobles y el tercer escalafón en el ranking individual como mejores marcas.

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