It was born in England

Publicado el

Una final en seis actos

El Real Madrid ha vuelto a ser campeón de Europa. Título decimocuarto para la club madrileño, que dobla así al segundo que más tiene: el AC Milan. Es el quinto que ganan en el último decenio, casi con la misma base que levantó la primera del ciclo en Lisboa ante el Atlético de Madrid. Aquella vez también estuvo Ancelotti en el banco, con Zidane, el entrenador de las tres siguientes, de primer asistente. Entre medias, Benítez, Lopetegui y Solari hundieron el barco. Como si fuese una creación mítica hecha obra de ficción, el reinado blanco se ha escrito bajo los términos de la contracultura.

La final de ayer no fue distinta. El Real Madrid partía como el underdog ante un Liverpool que hilaba su tercera final en cinco años y que en ese lapso de tiempo se ha erigido como el epítome del fútbol contemporáneo, aunque para conciliar sus diferencias con el otro aspirante –Manchester City– se le endilguen cualidades de este. Y de todas formas, el Madrid ganó y lo hizo con justicia, en otro acto rebelde frente a la invasión del análisis spreadsheet que ha comprado un megáfono, se ha subido a un estrado en plaza pública y ha cautivado a la masa de la esfera fútbol.

Así fue el partido, en seis actos:

ACTO I: INCERTIDUMBRE, CAMILA Y MUCHO RUIDO

En el preámbulo, Thiago deshojó una margarita sobre si jugaba o no. Hubo caos en la entrada al estadio y el pitido inicial se retrasó casi media hora, aunque el partido se empezase a jugar puntual: la tensión competitiva, los nervios, la incertidumbre. Todo se arremolinó sobre los jugadores en esa media hora de espera. Mientras una colorida pero olvidable Camila Cabello hacía una performance que nadie quería ver, los dos equipos decidieron jugar al tanteo.

Ambos salieron con su once de gala, más allá de dilemas propios de cualquier equipo con esa profundidad de nómina. El Liverpool con su 4-3-3 que pone a bailar a Thiago y Fabinho en la base del mediocampo, con Sadio Mané de delantero centro y Luis Díaz a la izquierda. El Real Madrid con su asimétrico 4-4-2, que abre a Vinicius como extremo sobre la izquierda y a Valverde como mediocampista por la derecha, poniendo a Luka Modric de trequartista. En este lapso del juego, ambos apostaron por minimizar los fallos graves, con muchos pases largos, pero quedaron patentes las primeras preguntas del juego: ¿Iba el Real Madrid a superar la presión del Liverpool sobre su salida de balón? ¿Podía el Real Madrid presionar al Liverpool en campo rival? ¿Iban los extremos izquierdos de cada equipo a superar al lateral derecho rival? ¿Qué ritmo iba a tratar de imponer el Liverpool, el de Thiago o el de Salah?

ACTO II: LOS PUNTOS CIEGOS DE HENRIQUE CASEMIRO

Sobre el minuto seis, el Liverpool respondió a esta última pregunta con el nombre de Alcántara. Y una vez hecho eso, se adueñó del partido. Thiago comenzó a ser la voz líder del juego red y al hacerlo respondió también la segunda pregunta: el Madrid no le iba a poder quitar la pelota al Liverpool en campo rival. Thiago fue hundiendo al Real Madrid y dándole el dominio a su equipo, aunque todavía sin encontrar la grieta por la que colarse.

Eso fue ocurriendo después. Thiago comenzó a dispersar la defensa del Madrid lo suficiente como para rajar la despoblada zona de Casemiro y que en los puntos ciegos que el brasileño no podía ver y a los que no podía llegar, se fuesen infiltrando jugadores del Liverpool para recibir la pelota en ventaja. Cuando ocurría, al Real Madrid le tocaba girarse y acomodarse en el área para la arremetida. El Liverpool subía ahí la velocidad de la circulación y los blancos no alcanzaban ni a asomarse a la cornisa cuando ya tenían que estar defendiendo una ocasión. Para atacar, el Real Madrid tenía que alargarse en demasía y cuando la pelota volvía, el Liverpool nadaba en un océano de espacio en el que hacer daño, como jugando a los dardos con un tablero en el que todo daba cien puntos. Las manos de Courtois evitaron que el marcador se abriese.

ACTO III: EL MADRID DE LOS INMORTALES

Al minuto 21 hay un cambio. El plano televisivo capta a Ancelotti dirigiendo a su orquesta. Dando instrucciones en la salida de balón del Real Madrid, que ha cambiado su actitud. Modric baja un escalón y en lugar de buscar alargar al Liverpool, decide encogerse a sí mismo. La jugada terminó en un balón largo de Courtois, pero el Madrid ya había descubierto cómo levantarse de la lona. El Liverpool todavía no lo sabía porque siguió intentando la misma jugada que le había dado dominio minutos antes, pero había perdido su superioridad.

Sin balón, el Madrid aceptó que no iba a poder tapar los pases en la zona de Casemiro, así que se preparó para defender más cerca y más agresivo la jugada siguiente, armando un rombo en la mitad bien plegado a la línea de la retaguardia.

Con la bola, Modric se la quitó a Thiago, yendo a buscar pases hasta al lado de Militao, como Cruyff en Berlín 74′. Su soberbia técnica, creatividad y temple dotaron al Real Madrid del antídoto perfecto contra la presión del Liverpool, que tuvo que dejar de hacerlo. Kroos y Casemiro fueron, como tantas otras veces, cada uno desde su genio, los cómplices perfectos; mientras que Benzema y Vinicius se recostaron sobre la izquierda como alfiles, y Carvajal y Valverde sobre la derecha como bombas de oxígeno, activados todos con frecuentes cambios de orientación.

El Madrid se volvió agua. La lógica imperante de los últimos años manda a que cada pase tenga un sentido de progresión y que cada jugador se vaya posicionando en la cancha-tablero dispuesto a facilitar esa progresión, convirtiendo al fútbol en un juego de damas. El Real Madrid campeón se ha opuesto intransigente a esa dictadura. Así volteó el partido, con Modric dirigiendo una circulación que no ambicionaba avanzar en el campo sino reforzar lazos técnicos con el balón, juntando a su equipo, modelando el ritmo del partido y solo progresando cuando había emboscado al Liverpool en un lado de la cancha.

ACTO IV: LUKA MODRIC 

A pesar de poner en tablas el partido, el Real Madrid no dominaban porque con Modric en la trinchera faltaba otro nexo en el ataque. Valverde y Carvajal estaban jugando bien, pero cuando la pelota llegaba a ellos el Madrid luchaba y las jugadas se convertían en épica. En la izquierda, Benzema y Vinicius seguían el juego de Modric y los otros, escondiendo la pelota hasta que de tantas vueltas las rendijas eran puertas. Faltaba algo así del otro lado.

De hecho, el Liverpool siguió teniendo las jugadas de más peligro, gol anulado de Benzema aparte. Eso cambió en el segundo tiempo. Modric dio el puntapié inicial de la otra mitad y de inmediato se vio un cambio en la anatomía del Real Madrid, con Valverde dándole más espacio al croata para que apareciese en el lado derecho (4-3-3). Fue una solución a medias. Modric siguió dejándose caer cerca de los centrales para liderar la tenencia in crescendo del Real Madrid y Valverde, ahora de extremo, siguió aportando su energía a la causa. No obstante, la intermitente presencia de Modric en el interior derecho dotó de suficiente armonía el juego del Madrid, que ya jugaba todocampo. No lograba convertir esa superioridad en ocasiones de gol ni en un dominio claro, pero había logrado sacar al Liverpool del partido.

Los ingleses fueron engullidos por el juego del Madrid. Su presión era gas, fácil de eludir para Modric y los suyos; su ataque era modorro, sin vestigios de su rocanrol icónico. Salah estaba superado por el ritmo del partido, Luis Díaz se había convertido en un tímido y superado regateador lejos del extremo complejo que suele ser, embolsillado por un Carvajal que podría servir de imagen publicitaria de Adderall.

Al 58′, Modric recibió por primera vez de verdad donde en el primer tiempo estaba recibiendo Valverde, bailó a a tres del Liverpool y apuñaló la defensa roja con un pase a Carvajal, que dio la estocada final tomándose un tiempo de más para dársela a Casemiro. Hubiese sido fácil el pase vertical para Valverde, pero con ese pase extra al brasileño el Liverpool quedó condenado. Cuando Casemiro recibe, Thiago está en el suelo: una pintura. El brasileño merengue ahora sí lanza para el extremo uruguayo, quien avanza y saca un buscapié para Vinicius. El brasileño había tardado en el desmarque, pero Alexander-Arnold estaba distraído viendo la pelota y le dio el tiempo preciso para que Junior compensase y apareciera a su espalda para marcar el gol del título.

ACTO V: LA RESISTENCIA BELGA

Fue el primer disparo del Real Madrid. Soberbio. Desafío directo a las estadísticas simplonas. Habían domado el partido y estaban jugando mejor. El gol premió una media hora en la que se habían hecho con el control del partido. Jugando a los datos, el Liverpool había pateado más veces, pero había perdido la posesión del balón y los duelos, con los porcentajes del Madrid en ambos menesteres sobre el 60%. Más importante, habían sido desdibujados.

El marcador en contra cambió el pulso emocional del partido. Ni siquiera en su mejor momento, teniendo mucho más el balón, el Real Madrid había atacado más que su rival. Con el resultado a favor, sin embargo, entraron las dudas. En el campo, no supieron interpretar el equilibrio perfecto entre sumar más ataques en búsqueda de una ventaja definitiva y asumir menos riesgos cuidando la que ya tenían. El Liverpool lo tenía más simple: tenía que volcarse hacia el arco de Courtois. Y eso trató de hacer. Se metió por las hendijas dubitativas del Madrid y cuando olió sangre, Klopp sacó a Díaz y puso a su delantero más killer, y luego quitó a Thiago y a Henderson para terminar con un 4-2-4 que quería anotar a toda costa.

Y se encontraron con Courtois. El belga sacó balones de campeonato, convirtiéndose en el MVP de la final. El Real Madrid se refugió en él y en su defensa del área, con Casemiro abandonando su zona para sumarse al corazón de la defensa en cada ataque del Liverpool. Ya no se trataba de defender bien sino de sobrevivir. Y Courtois fue el héroe. El Liverpool no jugó realmente bien en esos minutos, pero metió miedo. No fue suficiente.

ACTO VI: EL FIN DE LA FE

Cuando se analiza fútbol suele declinarse como suerte factores que no lo son. El mejor arquero de la temporada es el del Real Madrid. Es algo con lo que cuentan. Saben que no es necesario una defensa impoluta sino que logre minimizar las mejores armas del rival lo suficiente. No se trata de que no le ataquen, no le centren, no le disparen. Todo eso es aceptado. Es que los ataques sean menos buenos, los centros en ventaja para ellos y las situaciones de tiro lo menos óptimas posibles. Para el resto, su arquero, que para eso es este y no otro menos bueno.

La avalancha del Liverpool fue emocional. Y cuando las atajadas de Courtois quebrantaron la fe, el Real Madrid se supo campeón. Ancelotti tardó en meter cambios porque era un escenario en el que ninguno era un cambio claro. No había ninguna decisión de gana-gana. Al final el cambio fue forzado. Los últimos diez minutos los jugó Camavinga, y parte de esos Ceballos, que tuvo una para el 2-0, y Rodrygo. Quien no los jugó fue el Liverpool, cuyo último tiro coincidió con el primer cambio del Madrid. Esos minutos finales fueron protocolarios. El Liverpool veía lejísimos el gol y la amargura ya se había apoderado de su juego. El Real Madrid lo veía todo posible: campeón.

PD: Una visión menos simplona del análisis estadístico de la final https://twitter.com/david_delapena/status/1530927706384236546?s=20&t=EYx4rVU4CcQsWLyvczbeZQ

Comentarios