Hablemos Sobre Ciclismo

Publicado el Nicolas Borras Calderon

Vuelta del Porvenir 2019: La Vuelta a Colombia juvenil | Crónica

Estar en la línea de salida, con un rayo de sol de más de 35 grados golpeando en la espalda y sentir como el hielo que llevo en la nuca escurre, helado, gota a gota. Estar rodeado por más de 200 de los mejores ciclistas juveniles del país, que como yo han preparado durante años este momento, los nervios se sienten en el ambiente, son inevitables a solo segundos de escuchar el pitazo inicial. A mi lado derecho veo un puño cerrado y escucho “Buena suerte”, es un antioqueño, choco mi puño también, segundos después suena un fuerte pitazo que se pierde entre el sonido de pedales y cadenas funcionando, la vuelta ha comenzado.

Esa será la primera imagen que recordaré cada vez que piense en la vuelta del porvenir 2019, la oportunidad para reflejar el trabajo de dos años de entrenamientos y el fin de mi paso por la categoría junior. Esta es la historia de los 5 días de carrera más difíciles de esta temporada.

Las carreteras del Casanare, mal conocidas como llanas, vieron pasar las 5 etapas de la carrera, 2 etapas planas, 2 etapas de montaña y 1 contrarreloj. Con mi equipo, Fundación Esteban Chaves, preparamos el recorrido durante todo el año y llegamos a disputar la carrera con nuestro líder. Aportar al equipo y hacer una buena contrarreloj, mi tarea.

Primera etapa: 95 kilómetros

Más de 200 ciclistas con la misma intención, estar adelante en el lote para evitar las caídas. Mientras luchaba por la posición, solo 15 kilómetros después de la salida, hubo una caída y yo estaba ahí, sin darme cuenta había caído y la vuelta recién comenzaba. Cuando sentí que toqué el suelo, una avalancha de bicicletas cayó sobre mí, cuando terminó y por fin logré levantarme, traté de montarme sobre mi bicicleta en instante, pero las dos ruedas estaban pinchadas. El mecánico del equipo las cambió lo más rápido que pudo y empezó el primer desafío de la carrera, volver al lote cuanto antes y tener energía para ayudar al equipo y para el final de la etapa.

Foto: Anderson Bonilla

Durante la persecución, empecé a sentir la brisa sobre la piel raspada de mi hombro, de mi mano y de mi pierna, pero en el ciclismo no hay tiempo para lamentar nada, lo aceptas y sigues. Algunos kilómetros después volví al lote, con la ayuda de los rivales que también perseguían, y era hora de cumplir con el equipo, recuperé energías y alcé el brazo con la caramañola en la mano, la señal que indica que bajaría por líquido.

Llené mi camiseta, que estaba rota por la caída, de caramañolas y con casi 10 de ellas sobre mí empecé a avanzar posiciones en el lote hasta que logré llegar hasta la punta del grupo principal para compartirlas con mis compañeros. Cuando terminé, llegó la parte más difícil de la primera etapa, en los últimos 40 kilómetros empezó a golpear el viento y el lote se puso más nervioso, empecé a escuchar más caídas a mi espalda y el ritmo aumentaba, pero todo terminó bien, todo el equipo llegamos en el grupo principal sin perder tiempo, primera etapa superada y era el momento de empezar a recuperar para el siguiente día y revisar las consecuencias de las caídas, no fue un día fácil y para nuestra fisioterapeuta tampoco.

Segunda etapa: 92 kilómetros

La primera etapa de montaña y el único final en alto de la carrera fue la etapa más dura para nosotros, sin ninguna duda. A pesar de un pinchazo en mi rueda delantera en los primeros kilómetros, no hubo nada nuevo hasta la primera mitad de la etapa, había que repetir la tarea del día anterior, bajar por líquido antes de empezar los premios de montaña y lo pude cumplir sin demasiados problemas. Luego, empezó la montaña y no solo fue difícil por la inclinación de las rampas de los puertos, que eran cortos y seguidos, sino porque la vía se angostó y había que disputar las mejores posiciones en el lote. Para entonces, aún íbamos todo el equipo en el lote, que iba reducido gracias a la montaña, se salvaron las caídas y los cortes que hubo atrás. Cuando empezó la última subida, y perdí la rueda del grupo bueno  que disputó la etapa, el calor hizo estragos cuando las fuerzas iban bastante justas, haciendo el final de esa etapa increíblemen

Foto: Anderson Bonilla

te duro. Ver a algunos ciclistas que pararon por el golpe de calor, me confirmaba que no era el único, cuando llegué a la meta, sentí un alivio inmenso, porque una etapa a ese ritmo ya es muy dura por sí misma, y el calor la ha hecho el doble de dura. Un día difícil para todo nuestro equipo, pero aún quedaban más batallas para ganar la guerra y eso es lo que más valoré de mis compañeros, no hubo excusas, no se perdió la fe, incluso cuando la suerte no estuvo de nuestro lado.

Tercera etapa: 96 kilómetros

Esta etapa de montaña tenía una particularidad, el final estaba 10 kilómetros, de descenso, después del último premio de montaña. La consigna era la misma, y la rutina se empezaba a parecer a la de los dos días anteriores, pero todo cambió cuando el lote que aún conservaba más de 200 ciclistas pasó por un puente angosto, al salir había un separador en la vía que el ciclista que iba delante de mí lo golpeó de frente y yo, a centímetros de su rueda, volé por encima y caí, todo pasó muy rápido pero tengo suerte de tener el recuerdo intacto del momento en el que salí por encima de mi bicicleta, caí en la orilla de la carretera y sentí el golpe en seco en mi cabeza. Con dolor en todo el cuerpo me levanté a buscar mi bicicleta que había caído varios metros adelante y estaba completamente desarreglada, cuando el mecánico revisó que yo estuviera bien y la bicicleta también, me volví a montar con la tarea de volver al lote antes de empezar los premios de montaña del día, una tarea nada fácil. Cuando llegué a la larga caravana de carros, sabía que no estaba tan lejos del lote, pero tenía que avanzar de uno en uno hasta el pelotón que no iba a descansar un solo metro. Varios kilómetros después lo logré, llegué a la cola del pelotón pero había gastado demasiada energía y aún quedaban 4 premios de montaña por delante. Antes, bajé por líquido al carro del equipo y con todo mi esfuerzo intenté llegar a la punta del pelotón pero la carrera ya estaba lanzada y no lo logré, otro compañero ha tenido que bajar y he tenido que regresar las caramañolas al carro, mientras perdía la rueda del grupo bueno.  Esa sensación fue muy impactante, tener toda la intención y esforzarte al máximo por llegar hasta donde están tus compañeros, no tener fuerzas para hacerlo y ver como el grupo se aleja de a poco en la subida… Cuando eso pasó, tomé un paso para poder llegar con el mejor tiempo a la meta y como si fuera una contrarreloj, no dejé un solo gramo de energía en mi cuerpo. Terminar esa etapa a 4 minutos del ganador fue un duelo per

Foto: Eder Garces

sonal con las caídas que hacen muy duras las etapas que de por sí ya lo son, ese día fue una prueba de resiliencia.

Uno de mis compañeros se ha quedado a muy pocos metros de ganar la etapa, se ha escapado por muy poco pero no perdimos nunca la fe.

Cuarta etapa: 17 kilómetros

Todo el año entrenamos cada semana la contrarreloj, la posición, el ritmo y la resistencia y es algo que se va quedando en la memoria cuando esta modalidad se vuelve una costumbre. Ese día fue el momento para demostrar que todo ese entrenamiento juicioso da sus frutos, por eso uno de los objetivos era hacer una buena demostración en esta etapa contra el reloj.

La noche anterior fue difícil por los golpes de la etapa de ayer, el casco ha salvado mi cabeza y ha quedado completamente estallado; la muñeca derecha tiene un golpe que con vendas y hielo, nuestra fisioterapeuta ha logrado disminuir para poder agarrar bien el manubrio de la bicicleta de contrarreloj. Olvidando todos los dolores de la noche anterior, alisté todo, la medida de la bicicleta, los botines y el casco aerodinámico.

Cuando me subí a los rodillos, 45 minutos antes de la salida, me concentré plenamente en cómo iba a hacer la contrarreloj, revisé el viento para saber en qué dirección sería más difícil mantener la velocidad alta. En la contrarreloj cada detalle cuenta y eso es lo que hace especial esta modalidad.

Cuando estaba en la rampa de salida mi pensamiento estaba solamente en el preciso momento en el que iba a dar el primer pedalazo, no había nada más, ni el dolor, ni el resultado, ni los rivales, solo era yo y el paso rápido de los segundos. Cuando la cuenta regresiva terminó, pasé las primeras curvas y salí a la larga recta que terminaba en el retorno que era la mitad de la contrarreloj, sabía que debía mantener la concentración. Logréalcanzar a tres ciclistas que salían delante de mí pero iba pensando en mi propia etapa y en no perder la posición, porque cada instante de desconcentración en una etapa así cuesta valiosos segundos.

Foto: Anderson Bonilla

La contrarreloj tiene la característica de que no hay un solo kilómetro que sea cómodo o fácil, tienes que encontrar el ritmo más alto que puedas aguantar durante ese tiempo y la consecuencia es llevar el cuerpo a un límite que va más allá de lo que las personas conocen, y solo se puede lograr cuando el cuerpo está completamente concentrado en el momento preciso, eso es la crono, la más elegante de las modalidades del ciclismo.

Cuando llegué, completamente exhausto, a la meta sabía que lo había dejado todo, y cuando sientes eso, el cuerpo se invade por una satisfacción porque no hubo un solo pedalazo fácil. Cuando vi, al final, el puesto 19 en la etapa sentí que el trabajo de estos años había valido la pena, y ahora trabajaré motivado, como nunca, en la contrarreloj.

Quinta etapa: 108 kilómetros

22 vueltas a un circuito de cuatro curvas y poco más de 4 kilómetros por las calles del centro de Yopal para terminar la carrera . El último día de las carreras se hacen bastante duros porque las fuerzas ya no son las mismas de los días anteriores y nadie se guardará nada. Para sorpresa de nadie, desde la primera vuelta el ritmo fue altísimo, los manubrios estaban separados por centímetros y todo el recorrido fue una constante disputa por la posición, que se hacía difícil de mantener en la salida de cada curva. El reducido espacio para mantener la posición en el lote provocaba caídas que hacían retumbar las bicicletas en el rápido paso por el pavimento, aunque tuve la suerte de no caer, en la cuarta vuelta sentí un golpe por detrás que estalló el cable del tensor y ahora sin poder cambiar los piñones seguí la carrera.

El ritmo fue tan constante, como duro, y sin reservar nada hacía el esfuerzo de mantener la rueda del grupo bueno, que perdía corredores gracias a los cortes que se hacían en cada aceleración. Al final, el grupo llegó roto en muchos pedazos, con el pinchazo y caída de tres compañeros nuestro equipo no pudo estar en la pelea por la etapa, pero terminamos luchando hasta el final y con la seguridad de haber dejado todo sobre la bicicleta.

Foto: Anerson Bonilla

 

Quizá la suerte no estuvo de nuestro lado, pero esta carrera ha sido la oportunidad de aprender como nunca y sumar experiencias que hoy me hacen un corredor más profesional y mucho mejor de lo que era hace un año. El trabajo que está detrás de una carrera así es difícil de mostrar completamente en oraciones y las palabras no son suficientes para agradecer a los entrenadores, a la fisioterapeuta, a todo el equipo que hizo parte de la experiencia de este año y a Esteban Chaves que está detrás de este proyecto inculcándonos la idea firme de que #LosSueñosSeCumplen.

Foto: Anderson Bonilla

Este año será recordado por mí de una manera muy especial en el largo camino que queda por delante, porque esto solo está comenzando. Ver a Einer Rubio y Santiago Buitrago, dos ciclistas que llegarán al World Tour con el Movistar y el Bahrein-Merida, que hace solo un par de años vivían la misma experiencia que hoy estoy contando en este blog, defendiendo los mismos colores de la fundación Esteban Chaves, son la muestra de que el trabajo bien hecho tarde o temprano dará sus frutos y que la posibilidad de cumplir el sueño no es para nada descabellada, seguiremos luchando por nuestros sueños.

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