Todos sabíamos que el protagonista de la primera etapa de la clásica Esteban Chaves, sería el viento, en un circuito de 10 kilómetros planos por vuelta.
Llegamos muy temprano en la mañana al circuito de canoas en el sur de Bogotá, en ese momento el viento no parecía estar muy fuerte, pero empezaron a salir las categorías y la carpa del equipo, donde estábamos sentados, empezó a irse hacia los lados, signo de un auténtico viento de costado.
Mientras esperábamos junto a mis compañeros, que nuestra categoría saliera, estuvimos recordando nuestras pasadas experiencias en ese mismo circuito. Entre risas, se acercaba el momento de la salida, así que nos cambiamos y empezamos a activar el cuerpo sobre el rodillo. Luego, llegó el momento de salir, más de 100 ciclistas juveniles que estábamos separados por muy pocos segundos en la clasificación general luego del prólogo de ayer.
Como siempre, la carrera salió al límite, muchos corredores buscábamos seleccionar el grupo, pensando en la general y otros equipos querían controlar pensando en la victoria de etapa. Dos vueltas después, a casi 50 kilómetros por hora, prosperó una fuga que coincidía con los objetivos que teníamos como equipo, así que desde ahí estuve a la expectativa de lo que pasaba en el lote, mientras mi compañero Malaver y Velandia hacían su papel en la punta de carrera.
Una etapa de estas características en Colombia es muy poco común, los vientos cruzados, los abanicos y los cortes no suelen estar en los recorridos de las carreras del país, se necesita de mucha técnica y ubicación para hacer una buena carrera. Muchas veces he visto las famosas etapas de vientos cruzados en la televisión y poder imitarlo en una etapa como esta es tan emocionante como duro y difícil.
La fuga siguió ganando tiempo y a atrás en el lote, algunos de los rivales que no tenían ciclistas en la punta de carrera buscaban salir, pero sin mucho éxito. Cuando faltaban dos vueltas para terminar la etapa, en un pelotón que ya iba seleccionado luego de casi dos horas de carrera, mientras tratábamos de protegernos del viento y por evitar salirme de la carretera caímos al suelo con tres más, me paré lo más rápido que pude, organicé la bici y empecé a perseguir, si hay algo duro es enfrentar una circuito como este con un viento de costado en solitario, así que lo di todo para volver a entrar a ese grupo. Así fueron las últimas dos vueltas, intentando volver al pelotón, y cuando salí a la última recta del circuito pude entrar a meta, cerrando el pelotón.

Una experiencia tremenda, una etapa atípica. Aunque caí, no hay nada que lamentar, ahora es momento de descansar para la cronoescalada de mañana al oriente de Bogotá, 11 kilómetros de subida que seguramente serán igual de duros que los de hoy.