El telescopio

Publicado el Pablo de Narváez

Halterofilia con roya

El dopaje es una de las plagas que atacan al deporte como la roya al café. Además de las apuestas que han crecido en los últimos años de una manera exponencial y que parecen inocentes, pero son una amenaza, el uso de sustancias prohibidas para aumentar el rendimiento ha invadido a algunos deportes marchitando el espíritu deportivo. A costa de ganar medallas o títulos, a toda costa.

El caso de las pesas o halterofilia es uno de los más graves. Hace unos días se conoció la noticia del acuerdo al que llegó la Federación Colombiana de Levantamiento de Pesas (FCLP) con la Agencia International de Control (ITA, siglas en inglés) en representación de la Federación Internacional de Levantamiento de Pesas (IWF, siglas en inglés) en el que se da por terminada la investigación que adelantaban en su contra debido a los casos de dopaje de Jenny Sinisterra, Juan Solís y Ana Iris Segura.

Un test sorpresa en una concentración en Valle del Cauca en enero de 2020 delató en sus organismos una altísima concentración de boldenona, sustancia prohibida por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). Este esteroide anabólico es permitido en Colombia en la industria ganadera y veterinaria para mejorar el desempeño físico y aumentar el peso y la masa muscular de los animales.

Gracias al acuerdo, el deporte colombiano tendrá la participación de halterofilia en Tokio 2020, no con ocho deportistas como estaba establecido, sino con tres: Brayan Santiago Rodallegas, Luis Javier Mosquera (medallista de bronce en los Juegos Olímpicos en Río 2016) y Mercedes Pérez. El reglamento internacional antidopaje que rige en ese deporte estipula que si tres atletas afiliados a la misma federación son sancionados por dopaje durante los últimos 18 meses la federación a la que pertenecen debe ser, o suspendida de 4 a 8 años sin posibilidad de participar en competencias como los Juegos Olímpicos, sufrir la disminución de los cupos de participaciones, y/o multada.

La FCLP la sacó barata. Colombia tiene múltiples infracciones a las normas antidopaje y viene siendo advertida no solamente por los hallazgos analísticos adversos de enero y de otros más atrás en el tiempo. Lidera, por ejemplo, los llamados de atención por el incumplimiento de varios pesistas a las directrices de la AMA de dar sus paraderos para realizar controles periódicos.

La boldenona es la misma sustancia del caso de Robert Farah, quien demostró que la ingirió al consumir carne. Su caso fue cerrado. La diferencia esencial entre el caso del tenista y el de los pesistas es la cantidad de sustancia encontrada. La FCLP contrató a la agencia Doce Derecho Deportivo, la misma a la que recurrió Farah, para defenderse. Los tres pesistas involucrados, que aducen que la sustancia también se debe al consumo de carne, fueron sancionados con cuatro años. Hoy se encuentran en la instancia de apelación, cuesta arriba de revertir.

Los abogados de la FCLP desembarcaron con su artillería de argumentos enfocados, según ellos, en la importante lucha contra dopaje en ese deporte que realizan en el país: correctivos y medidas contundentes como la realización de campañas de educación, capacitaciones a entrenadores y a atletas, y la más importante: dejar de contar con Oswaldo Pinilla y Jaime Alberto Albarracín, seleccionador nacional con más de 10 años en el cargo y médico, respectivamente. Las razones sobre la decisión con respeto a Pinilla, ha dicho en sus declaraciones públicas William Peña, presidente de FCLP, es que nadie tiene contratos vitalicios, y, además, la más grave, que ha protagonizado actos de indisciplina, lo que llevó al entrenador a demandarlo por injuria y calumnia.

Hoy Oswaldo Pinilla trabaja como entrenador personalizado con dos pesistas —uno de ellos, la atleta olímpica Mercedes Pérez— para el Comité Olímpico Colombiano.

La Federación Nacional de Levantamiento de Pesas no es la única envuelta en escándalos de dopaje. Rusia, Malasia, Tailandia, Egipto, Rumania y Iraq fueron sancionadas duramente por la cantidad de atletas dopados, y no estarán en Tokio. En la cuerda floja, al borde de correr la misma suerte estuvieron Venezuela, Vietnam, Bulgaria, Ucrania, Uzbekistán, Moldavia, India, Irán, Turquía y Albania, que podrán participar en las justas de los cinco anillos, pero con menos representantes.

En el listado de deportistas clasificados a Tokio que presenta la Federación Internacional de Pesas en su última actualización, el 13 de julio, resalta un asterisco en todas sus páginas que refleja la triste realidad: “Tenga en cuenta que los atletas presentados en la lista final todavía pueden estar sujetos a procesos de gestión de resultados anti-doping».

Un deporte tan importante y con tantos países potencias embarrados, tiene que presentarse lo más limpio posible en ese evento. Las federaciones nacionales implicadas en posibles sanciones ejercieron mucha presión ante la IWF y negociaron para recibir el castigo menos duro. La halterofilia en el mundo está en crisis. El Comité Olímpico Internacional (COI) tiene en la lupa a la IWF por su historial dramático de dopaje que viene desde hace décadas, por escándalos de corrupción y por problemas de gobernanza. Este año han sido castigados por complicidad y ocultamiento de información sobre dopaje representantes de las federaciones de Rumania, de Turquía y de la Confederación Europea de Levantamiento de Pesas.

Varias fuentes coinciden que en la halterofilia colombiana existe una ‘cultura del tarro’ que preocupa. Los atletas reciben y cargan consigo vitaminas, complementos, pastillas, ayudas de estas y de las otras, algunas seguramente recetadas, otras lamentablemente no. Es urgente cambiar los hábitos de los atletas, ordenar la casa aunque los directivos de la federación aseguren que está impecable, y sobre todo, crear por primera vez un programa de lucha contra el dopaje interno de la FCLP bajo su liderazgo y con la voluntad de informar a la Organización Nacional Antidopaje de Colombia (ONDAD) sus dudas o sospechas sobre posibles conductas delictivas de dopaje de atletas o de profesionales que los acompañan.

Así termina el comunicado en cuestión en el que se anuncia el acuerdo de Colombia con la Federación Internacional y la ITA: “Tanto en Doce Derecho Deportivo como en la Federación Colombiana de Levantamiento de Pesas estamos muy felices de haber podido garantizar la participación de Colombia en esta disciplina en los Olímpicos de Tokio, y estamos seguros que los deportistas que nos representen podrán hacerlo con grandes posibilidades de traer una medalla a Colombia”.

Ocho de las 29 medallas olímpicas de Colombia en su historia fueron conseguidas en ese deporte. Todas en el Siglo XX: María Isabel Urrutia en Sídney 2000, Mabel Mosquera en Atenas 2004, Diego Salazar y Leidy Solis en Pekín 2008, Oscar Figueroa y Ubaldina Valoyes (obtenida años después tras la desclasificación por dopaje de las rivales que hicieron podio) en Londres 2012 y Óscar Figueroa y Luis Mosquera en Río 2016. Un caballo de batalla al que no iban a sacar de carrera. En juego, el prestigio de un país y el nombre de una política deportiva que se sostiene bajo el color de los metales y el posicionamiento mundial.

Esquivar la sanción más dura y poder participar en Tokio 2020 en el que Colombia tiene talento para lograr muy buenos resultados es una victoria, aunque con sabor agridulce. La verdad de lo ocurrido con los tres pesistas sancionados, y su responsabilidad y la de su personal de apoyo, deja un interrogante y un vacío que no puede corregirse con parches ni quemando fusibles. De lo contraria esta historia volverá a repetirse.

En las pesas la fuerza muscular y la potencia son prácticamente las dos determinantes. Con su complejidad, es diferente a lo que sucede en otros deportes en los que las variables de las habilidades, de la táctica y de la estrategia, son muchas más. Además, es un deporte de marca en el que la medida no es el tiempo como en el ciclismo en el que también el dopaje ha hecho mella. La diferencia entre la medalla de oro, la de plata y la de bronce es en kilos, en gramos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

📷  MinDeportes

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