La 18 fue una etapa de violines y acordeones. Fue el recorrido más largo de esta edición del Giro. Demasiado extenso para estar ubicada en la tercera semana entre dos etapas de alta montaña, y demasiado plana para hacer un control desde el grupo. De Rovereto a Stradella había 231 kilómetros planos. Los primero 50 fueron a ritmo de acordeón. El grupo se estiró y se encogió como el fuelle de este instrumento musical hasta que se armó la fuga del día, con 23 integrantes. Los 150 kilómetros siguientes la carrera fue al ritmo del suave sonido de un violín. La fuga se consolidó y resolvió todo. En los 30 kilómetros finales, volvió el acordeón con los hombres de la fuga en un emotivo final en el que se impuso Alberto Bettiol.
La partitura de la etapa clara: una fuga nutrida con licencia que no amenazara la clasificación general y que resolvieran entre ellos. El recorrido de Norte a Sur por el Valle del Río Po tuvo un esprint intermedio en Cremona, la capital mundial de los violines. Andrea Amati en el Siglo XVI comenzó allí la tradición de la fabricación de estos instrumentos. Luego la siguieron las familias Guarnieri, Stradivarus y Borgonzi, que cinco siglos después son las marcas más reconocidas en el mundo. En la escapada de hoy había presencia de 16 equipos, con triple presencia del Androni y el DSM. Con más de 12 minutos sobre el grupo principal, recogieron los puntos del primer esprint en Cremona, las bonificaciones del segundo en Boni y la puntuación del premio de montaña de cuarta categoría en Castaria. Los 23 integrantes de la fuga entendieron rápido que la victoria de etapa en Stradella era asunto entre ellos.
La melodía para los de adelante cambió cuando llegaron los últimos 30 kilómetros. Tenían un perfil cartográfico que engañaba. Las cuatro subidas no categorizadas eran más duras de lo que parecían y allí se acabó la armonía. El grupo de fuga se estiró y se encogió como el fuelle de un acordeón. El final de etapa fue enigmático, sorprendente y provisto de encanto como el sonido de un violín. Rémi Cavagna lanzó un feroz ataque a 25 kilómetros de meta, que parecía definitivo. El francés exhibió sus dotes de buen contrarrelojero, pero en la última subida, a cinco de meta, reventó sus cuerdas. De atrás veía inspirado el italiano Alberto Bettiol, del Education Nippo, que lo pasó de largo al final de la subida y se fue hasta la meta a reclamar la primera victoria parcial para su equipo en esta edición de la carrera italiana.
El acordeón tiene la facilidad de contagiar alegría o melancolía. El violín suele despertar una pasión intensa y profunda. Las etapas largas y planas generalmente resultan monótonas y concentran la emoción en los finales. Hoy fueron 231 kilómetros, con 30 vibrantes gracias a los que iban adelante. A Stradella, ciudad conocida como «el centro del acordeón» y en donde exhiben con orgullo el Museo del Instrumento Popular, el grupo principal llegó 23 minutos después de Bettiol. No estaban Giulio Ciccone y Nick Schultz, que no tomaron la partida por las secuelas de la caía de ayer. El italiano era décimo en la clasificación general y el australiano era el punto de apoyo principal de Simon Yates en el terreno de ascenso.
Al Giro le quedan tres días. Dos de alta montaña y una contrarreloj plana en Milán; es decir, tres etapas de alta tensión. Mañana van de Abbiategrasso a Alpe Di Mera. Serán 166 kilómetros con tres premios de montaña: uno de cuarta categoría el kilómetro 83, otro de tercera en el 127 y uno de primera al final. Algunos querrán meterle una descarga de timbal a la carrera.