Ciclismo con J

Publicado el Jhon Jaime Osorio

Giro 2019 – Día 20: Día opaco por los imprudentes, pero brillante para Carapaz

La de hoy era una etapa cinco estrellas. Tenía cinco puertos de montaña en 194 kilómetros. La clasificación general estaba en juego. Se subía dos veces a 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Hubo batalla de escaladores desde el inicio. El paisaje ofrecía bosques de pino y abetos a lado y lado de una vía que por momentos se metía entre la nieve. La segunda subida, al Passo Manghen, fue calificada como la cima Coppi de la edición de este año. Un centenar de árboles tumbados en el piso eran la cicatriz dejada por el paso de un huracán. Todo estaba dado para un gran espectáculo ciclístico. Hasta una bella historia con los abetos resonantes que se siembran en este sector de Italia y de los que sale la madera para los mejores violines del mundo aguardaba para ser contada en medio de los pedalazos y la lucha por el título. Todo pasó a segundo plano. El protagonismo no fue de los ciclistas. Fue de dos aficionados  imprudentes, tristemente célebres.

Primoz Roglic es un capo sin escuadra. La banda del Jumbo Visma se desafina cuando la carretera se inclina. Hoy el esloveno volvió a sentir la soledad. Se defendió de todos los ataques  contra todos los rivales. su intención era conseguir la menor pérdida en tiempo. Quería congelar su diferencia en la general para intentar algo en la contrarreloj mañana. En el último puerto se estaba quedado plantado y recibió la ayuda de un espontáneo que lo empujó durante 20 segundos. No pidió que le ayudaran, pero aceptó que lo hicieran.  Recuperó el ritmo y se mantuvo a rueda de sus rivales unos metros más. Imprudencia del aficionado y complicidad del ciclista. Los comisarios de la carrera lo sancionaron al final alejándolo 10 segundos en la clasificación general.

A Superman López nadie pudo derrotarlo en las duras subidas del Giro. Había cedido tiempo por caídas o problemas mecánicos, pero no porque sus piernas no estuvieran entonadas. Arrasaba con el orden del grupo en cada puerto. Parecía un huracán. Atacó en el segundo puerto y solo Carapaz y Landa resistieron su paso. Movió la carrera empezando la última subida. Atacó dos veces, seleccionó el grupo, recortó la diferencia que llevaba la fuga del día y estaba listo para rematar la fracción. No había kriptonita ciclística que lo detuviera. Solo le faltaba el cierre magistral. Apareció otro imprudente. Envuelto en una bandera eslovena, con cara de Lex Luthor y ganas de salir en televisión unos efímeros segundos, mandó al piso el colombiano. Estupidez. Con él cayeron las posibilidades y las ilusiones de una victoria de etapa y de mejorar en la clasificación general. Impotencia. Desilusión ante el villano ocasional. Desconcierto transformado en unos golpes al ignorante de la vía, y en 1’49» en contra en la línea de meta.

La fiesta ya estaba opaca, pero la magnitud del líder Carapaz no. Siempre estuvo atento a no dejarse sorprender por sus rivales o por su compañero Landa. Marcó, puso paso, controló la carrera, hizo a Landa a un lado para tirar del grupo de punta y pensó en su familia que por primera vez salió de Ecuador para aterrizar a esperarlo en las blancas dolomitas. La etapa la ganó Pello Bilbao. Vincenzo Nibali no tuvo cómo arañarle segundos a Carapaz. Mikel Landa se montó al tercer cajón del podio, pero con una renta corta frente a un especialista de la crono como Roglic. El podio no parece resuelto aún, el título sí. Aunque faltan 17 kilómetros para poder afirmarlo.

Las dolomitas quedan atrás. La madera para los mejores violines del mundo también.  Mañana es día de cronómetro, no de paseo de la victoria. Al frente de la carrera queda un ecuatoriano que seguramente hará historia en la tierra del Amore Infinito. La Verona de Romeo y Julieta se prepara toda para aplaudir a Carapaz. Los aficionados son parte fundamental del ciclismo, pero no son los protagonistas. Ojalá los miles que estarán a mañana lado y lado de la vía solo aplaudan, y no se metan. Los ciclistas merecen respeto.

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