
Clásico bogotano. El Campín se viste de rojo para apoyar a Santa Fe, que era el local. Enfrentaba a Millonarios. Partido a muerte, cualquiera se puede quedar fuera de los ocho. Juego igualado 1-1 y Yerry Mina volvió a aparecer de cabeza para anotar el segundo. Tanto anulado por Wílmar Roldán, ya que según él había fuera de lugar. Al final, los azules ganaron el partido y clasificaron a las finales, y además festejan la eliminación del ‘León’, que se concentrará para su juego ante Internacional de Porto Alegre por Copa Libertadores.
Ya pasó, y ahora lo que queda es levantar la cabeza y seguir aguantando, más que las injusticias, la corrupción en el fútbol colombiano.
Aún no había nacido cuando en el año 1989 el fútbol colombiano detuvo su ritmo tras un robo que todo el mundo vio en El Campín. Aquel día, el maestro Hernán Peláez tituló en la prensa ‘Robo en El Campín’, hubo escándalos, críticas y muertes. Ese panorama se volvió a repetir en Bogotá el 17 de mayo de 2015, cuando le anularon un gol a Santa Fe y eso cambió el movimiento del juego. Los rojos quedaron eliminados de la Liga, y Millonarios ingresó a las semifinales. ¿Volvimos a la máxima crisis del arbitraje colombiano, aquella de la década de los 80?
La diferencia entre los dos sucesos es que hace 27 años sí hubo violencia y el apoyo del narcotráfico al fútbol colombiano ya era descarado, esta vez no pasó nada. La corrupción ya pasa desapercibida, estamos tan acostumbrados a eso que ya se prefiere callar y celebrar un triunfo con trampa.
Y es de no creer lo que pasa en Colombia. La mayoría de colombianos se aterran de lo que sucedió la semana pasada en el dizque ‘Superclásico’ Boca vs. River y ahora lo que aconteció en México en el Clásico Tapatío, Chivas vs. Atlas, donde miles de hinchas interrumpieron el andar del juego, pero no vemos las trampas que abundan en el ambiente futbolístico colombiano.
Nuestro país es de ironías y no nos damos cuenta del robo que hubo en Bogotá en el partido Santa Fe vs. Millonarios. Preferimos ver otras naciones y asombramos. No decimos nada, silencio, que “el que entró a las finales es el azul de Bogotá, el más grande del fútbol colombiano”, dicen muchos analistas, especialistas, profesionales, estudiantes, mercaderes, pobres, ricos, mayores, jóvenes, periodistas, etc.
No vale la pena comparar nuestro fútbol con nuestros demás deportistas, que con mucha humildad van a otros países a ganar medallas de oro, ligas, carreras importantes, victorias que se festejan porque se ve que fueron los mejores y les ha tocado duro. Caso Ibargüen, Quintana, Duque, Pajón. Colombia es tierra de malicia indígena y lo sucedido el 17 de mayo de 2015 en El Campín es muestra de ello.
Y lo peor, queremos la paz. De nada sirve un proceso que se negocia en La Habana si continuamos con trampas y guerras de envidias hasta en algo tan insignificante como lo es el fútbol. Como se sabe manejar la doble moralidad en Colombia. Nunca habrá reconciliación en esta nación hasta cuando entendamos los triunfos del vecino y no hacer hasta lo imposible por evitar que eso suceda.
Ya es hora de que el arbitraje colombiano tenga mejores bases de preparación. Ellos deben entender que una decisión errónea puede maltratar mucho a uno y beneficiar al otro. Roldán, uno de los mejores árbitros de Colombia, que ha pitado bastantes juegos en el exterior, no puede competir de esa manera.
Felicidades a Millonarios y a toda su hinchada en todo el mundo, empieza la carrera por la estrella y Envigado es el primer peldaño que hay que superar.
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