Deporte en letras

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La verdad cansada del fútbol

El fútbol está lleno de cabezas vacías. Parece algo normal en un deporte que se juega –en su mayoría- con los pies. Jugadores que necesitan de un técnico que les diga todos los días –durante dos o cuatro horas- cómo hacer lo que llevan haciendo por años. Es una dinámica aceptada: entrenar para hacer sin pensar algo que alguien ya pensó por ellos. Y cuando un equipo enferma de derrota se corta el virus por la cabeza, por el DT. Otra dinámica aceptada.

La inteligencia no pasa por un gran momento en el fútbol actual. Hay preferencia por la velocidad. Jugar rápido es vender vértigo. Pensar, en cambio, lleva tiempo. El éxito o fracaso de un técnico puede depender de cuánto se demore en enseñar a sus jugadores a moverse por reflejo. Por eso entrenan la costumbre.

Todos conocemos a alguien que no le gusta el fútbol. Yo, por ejemplo, tengo un amigo que dice que para ser futbolista no se necesita ser inteligente. O, por lo menos, que la inteligencia es la cualidad menos importante. Hay días que le doy la razón.

Encontrar un jugador inteligente es difícil, pero reconocerlo es fácil. Es igual que con el resto de las personas: basta con escucharlo hablar. Y los periodistas, ese conjunto de fieles que semana a semana seguimos creyendo que algo interesante puede salir de la boca de un jugador, somos los encargados de demostrar que la sangre de los pies no necesariamente sube hasta la cabeza. “Gracias a Dios”, “partido a partido”, “así es el fútbol” y más frases hechas para hablar sin decir nada.

Ojalá en el fútbol colombiano tuviéramos a un Gerard Piqué. Así fuera solo uno. El catalán juega y se expresa con la propiedad de quien tiene 140 de coeficiente intelectual. Por decir lo que piensa –inclusive en terrenos ajenos al fútbol- se ha ganado más de una enemistad.

En cambio, tenemos a jugadores como Teófilo Gutiérrez, que nos han enseñado que en el fútbol todo vale. Pocas personas tantas veces perdonadas como él: abandonar los equipos a mitad de torneo, pegarse con los compañeros o amenazar con una pistola de juguete son privilegios que el barranquillero cambia por goles. Si ‘Teo’ sigue teniendo mercado es por la lógica del fútbol que consiste en ganar como sea: así sea a costa de los principios.

Al mismo tiempo, y en otro terreno, como si de una cachetada al periodismo se tratara, a alguien no le pareció suficiente con ofrecerle un micrófono al futbolista y se lo regaló al exfutbolista. Los programas deportivos se están volviendo el mayor acto de fe de la historia: confiar en que alguien incapaz de decir algo cuando jugaba y le pasaban cosas sea capaz de decirlas ahora cuando tiene que suponerlas o recordarlas.

En fin, aquellos a los que no les gusta el fútbol y le critican sus excesos mediáticos y escaso aporte a la sociedad parecen tener cada vez más argumentos a favor. “Para ser futbolista no se necesita ser inteligente” es un lugar común que –como dice el crítico francés George Steiner- de tanto repetirlo se convierte en “una verdad cansada”.

Ojalá esa verdad descanse en paz algún día.   

En Twitter: @ivagut

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