Deporte en letras

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La disidencia

Cuando vi a esos siete tipos en la pantalla del computador pensé que eran siete tipos más haciendo lo mismo que muchísimos otros. Ahí están éstos caraduras –debí pensar- delante de la cámara, tratando de explicarnos cómo se juega un fútbol que ahora varios de ellos ya no juegan y contándonos en público las cosas que antes no podían porque, claro, era un asunto privado. “No hablo de eso. Son códigos del fútbol”, solían decir. Esa frase parece un credo para los jugadores. Un credo que ellos deciden hasta cuando les conviene creer. Caraduras.

Pero la curiosidad me hizo dar clic en el botón de play. En últimas, qué tenía que perder. Era una tarde de verano, ya me había desconectado del trabajo y, tumbado en el sofá, le daba un vistazo a Twitter. Los empecé a ver y a los 10 minutos supe que me había equivocado. Durante años me acostumbré a entrevistar a futbolistas colombianos que hablaban sin decir nada. Y ahora estaban éstos siete, por cuenta propia, queriendo decir todo. Y lo mejor: sin creerse periodistas ni comentaristas.

Porque si hay algo patético en este mundillo de futbolistas y periodistas es ver cómo los unos quieren ser como los otros: el que no pudo ser futbolista y fue periodista y el que fue futbolista y hoy se cree periodista. Es como si el periodismo fuera la última de las opciones, un premio de consuelo.

Por eso me gusta lo que hacen y dicen éstos siete tipos. Porque no pretenden ser lo que no son. González, Nájera, Arias, Molina, Ricaurte, Botero y Barrientos podría ser la nómina de cualquier equipo de fútbol 7 en un partido de solteros contra casados, de aquellas pachangas de cada ocho días en la canchita de la esquina, donde se juega una hora y se bebe tres, pero en realidad son futbolistas y exfutbolistas profesionales que uno de estos días de pandemia se juntaron delante de una pantalla, le pusieron nombre a su grupo –La disidencia- y empezaron a hablar de fútbol como quien sabe de lo que habla.

Alguna vez escribí que el fútbol está lleno de cabezas vacías y que parece algo normal en un deporte que se juega –en su mayoría- con los pies. Hoy me veo obligado a rectificar. El bajo nivel intelectual del periodismo deportivo en Colombia –del que soy también culpable, ni más faltaba- nos ha llevado a creer que los futbolistas no saben hablar. Esperamos respuestas diferentes haciendo la pregunta de siempre, lanzando el comentario desgastado o con la petición aquella de “descríbanos cómo fue el gol…”.

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Por suerte, hay tipos como González, Nájera, Arias, Molina, Ricaurte, Botero y Barrientos, que parecen preocuparse por lo que hacen, que piensan en cómo mejorar su industria, que tienen algo inteligente para decir y que les interesa aportar ideas. Gracias a ellos, tengo que reconocer que en Colombia hay quienes juegan con los pies y con la cabeza.

Me disculpo, sinceramente, por todos los años en los que he pensado que los futbolistas de acá son, en general, una pieza de futbolín de madera con cabeza de corcho. Ojalá que podamos ver a más, como éstos siete, escapando de ese futbolín.

Nos leemos en @ivagut

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