Yo veo

Publicado el Diego Leandro Marín Ossa

#QuédateEnCasa – Y mira el futuro que tiene la televisión educativa y cultural de Colombia

(Esta entrada la escribí días antes de que se pospusiera el FICCI 60 y de que la ceremonia de entrega de los 36 Premios India Catalina se hiciera de una manera cerrada con poca asistencia, debido a la crisis sanitaria que afronta el país por la expansión de la pandemia del Covid-19. Ahora que estamos en casa los invito a leerla y a redescubrir el bello tesoro que constituye nuestra televisión pública, educativa y cultural)

Seducido por los poderes hipnóticos y por la capacidad de penetrar en la vida cotidiana de los hogares, el general Gustavo Rojas Pinilla trajo la televisión a Colombia en 1954 luego de ver su impacto en Alemania. Aun era a blanco y negro, había pocos aparatos receptores de venta en el mercado nacional y no se sabía muy bien para que servía el invento pero de todas maneras ya estaba en casa. Había que recibirlo bien como a todo un recién llegado.

Las anecdotas que se cuentan de aquella época hablan de gente arremolinada en la calle frente al balcón de los primeros en comprar el artefacto, quienes lo ponían en alto como si fuera un orador o un culebrero para que todo el pueblo viera las imágenes hormigear en la pantalla así no se escuchara muy bien lo que se decían.

El mismo general al comienzo ofrecía discursos interminables hasta que la curiosidad murió con la novedad, y Rojas Pinilla tuvo que ayudarse de la gente que sabía hacer contenidos: de otros medios y artes emigraron algunos productores, directores, libretistas, actrices, actores y otros creadores que alimentaron la programación del nuevo medio masivo.

La televisión vivió así por mucho tiempo y el televisor se convertió en un integrante más de la familia, luego en otro mueble que sacudir y limpiar al que había que hacerle un lugar en la sala aunque depués lo invadió todo.

Televisión educativa y cultural

La televisión educativa tuvo una primera etapa en 1955 con las teleclases pero comenzó de manera oficial en 1957 y durante el primer gobierno del Frente Nacional se enfocó en la alfabetización con la pretensión de llegar a todos los rincones del territorio donde no lo hacía el Estado.

La estrategia tuvo clases diarias de 3 a 4 de la tarde con contenidos de ciencias, matemáticas, geografía y música dirigidos a estudiantes de primero a quinto grado de primaria. En aqeuella época con la participación de la educadora Ligia Fajardo de Guerrero se produjeron más de 270 programas emitidos en los primeros dos años.

Luego de una pausa debido al abandono de la idea tomó fuerza de nuevo, esta vez con el auxilio financiero de la Fundación Ford, la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) y los Cuerpos de Paz. Así fue que la televisión educativa resucitó en 1964, con el suministro de equipos técnicos, instalación de televisores en instituciones educativas, y asignación de personal para trabajar en producción, programación y uso de los materiales de apoyo en los lugares donde llegaba la señal y se usaban los contenidos alfabetizadores. Era una manera más que tenían los norteamericanos de garantizar el control ideológico del país por vía simbólica.

En ese momento el proyecto contó con la participación del Ministerio de Educación que “seleccionó a los telemaestros, escogió los colegios y escuelas en que se instalaron los receptores e instruyó a los profesores locales”, según cuenta la periodista Claudia Bautista, mientras que el Ministerio de Comunicaciones a través de la Radiotelevisora Nacional se ocupó de su funcionamiento.

Peruco, serie dirigida por Wilmer Soto para RTVC y Telecafé, nominada en los 36 Premios India Catalina

De ese proceso nació lo que hoy conocemos como Señal Colombia cuyo nombre aparece en 1995 aunque su historia viene de los años 70 con la emisión de programas del Canal 11 desde los estudios de Inravisión, con contenidos orientados a mejorar la lectura, la escritura, las matemáticas, el civismo, la salud y la moral.

Pero hoy es otra historia, la televisión educativa y cultural de los colombianos ya no está centrada en la transmisión de contenidos curriculares sino en las representaciones de un país diverso, en el que las narrativas de las regiones dialogan con el mundo, con franjas y programas que expresan la pluralidad de enfoques, voces, temas, estilos de narración y de argumentación en el canal más premiado de la televisión pública colombiana con 14 nominaciones en los Premios India Catalina de este año, que junto a las nominaciones de los canales regionales suman 79 en total de las 155 anunciadas hace unas semanas, todo un orgullo.

La transición

Y claro que hay futuro para la televisión pública, educativa y cultural como patrimonio de los colombianos. Según el estudio realizado por Gabriel Alba en el año 2009, en Colombia existían más de 100 canales de televisión entre privados, locales, canales nacionales de operación pública, canales comunitarios sin ánimo de lucro y 8 canales regionales, además de los concesionarios de televisión por suscripción, una diversidad que pone a pensar muchas cosas en cuanto a posibilidades de democratizar las telecomunicaciones pero también en los riesgos del monopolio.

Miniserie Leonor de Telepacífico, nominada en los 36 Premios India Catalina

Es que el lugar común en las redes sociales reza que la televisión y en general los medios están en crisis, y no es para menos con los cientos de periodistas despedidos de diferentes medios en los últimos meses, un signo que preocupa y que se suma a los problemas de infraestructura que enfrentan las empresas mediáticas y sus dueños, además de la alta concentración de poder mediático en manos de los hombres más ricos del país, el aumento en el número de ataques a la prensa y la baja credibilidad que tienen los colombianos en la información que ofrecen los telenoticieros.

Un panorama que además de poner en riesgo la libertad de expresión y el derecho a la información, socaba las posibilidades del desarrollo audiovisual a nivel nacional. Es por eso que los derechos a la pantalla y a la Educación Mediática se deben convertir en una de las prioridades para el desarrollo de la industria creativa y cultural.

La herencia que tenemos de la televisión pública, educativa y cultural se debe conservar como uno de los mayores bienes simbólicos que constituyen nuestro patrimonio audiovisual, y esta reflexión es apenas una contribución al diálogo y al debate que es necesario animar de manera permanente en diferentes escenarios incluidos los de la academia. Por ahora los invito a usar los contenidos de la tele de manera educativa y a redescubrir cómo se ve y se escucha el país a través de las pantallas.

(Las imágenes hacen parte del archivo visual de los 36 Premios India Catalina)

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