
La luz ilumina a un hombre que vestido de colores claros descansa en una hamaca, se encuentra acompañado por otro hombre y una mujer. Los tres rodeados de telas que cuelgan del aire, iluminadas y azules como las olas del mar, como el cielo del caribe, como las nubes de Tres viejos mares, la obra de teatro que dio a conocer a la agrupación Escena Norte en el pasado Festival Internacional de Teatro de Manizales en el año 2011.
Uno de los hombres es Omar Renderos, actor y escritor salvadoreño nacido en la ciudad de Santa Ana.
CIUDAD E INFANCIA
Santa Ana guarda en su Centro Histórico, en su arquitectura la riqueza cultural que llevó a que la denominaran la Ciudad Heroica, sobre todo por el acontecimiento de insurgencia llamado “los 44”. Además en el siglo pasado fue potente el cultivo de café por lo que aún mantiene ese rubro económico aunque en menor escala dice Omar. En los tiempos prehispánicos fue llamada SIHUATEHUACAN, que en el dialecto Náhuatl significa: “ciudad de mujeres bellas, de sacerdotisas”.
Sus calles cubiertas de árboles de almendros me refrescan, su ropaje de gala, sus calles con andenes angostos por donde ha transitado mi niñez y juventud me hacen caminar con severa tranquilidad, gozo y nostalgia.
La ciudad en la que Omar nació y creció es tierra Maya, ubicada al occidente de El Salvador y en los límites con Guatemala cuenta con menos de 300.000 habitantes, y por sus calles y escenarios ha transcurrido la vida de este actor. De la niñez precisamente extraña el juego con sus amigos de barrio, su abuela quien sin saberlo lo preparaba para lo que ahora más ama: El teatro. La abuela se encargaba de vestirlo de apóstol para Semana Santa y de pastorcito para la Navidad.
Extraño a mi familia numerosa reunida un domingo donde mi tía “Menche”, ella preparaba los mejores guisos que aún están en mi paladar, en mis sueños, extraño a mi padre, con quien a su lado escuchaba la radiola (cada domingo disfrutaban los programas de boleros), extraño mis almendros galantes vistiendo a mi ciudad, recuerda Omar.
VIDA Y TEATRO
Lo enamoró el teatro desde que su abuela lo preparaba como un personaje para las festividades religiosas, y más aún una tarde de lluvia en la que pasó por el parque central de Santa Ana, y se detuvo por instantes a ver el majestuoso teatro que tienen los salvadoreños, un bello escenario construido a comienzos del siglo XX por arquitectos italianos.
Yo dije: “algún día estaré allí”, luego pasé a la capital San Salvador y cursé un diplomado en teatro en la Universidad donde a la vez estudiaba Relaciones Públicas y Comunicaciones.
Y es que fue desde 1993, hace ya casi 20 años, que la semilla sembrada por su abuela, comenzó a dar frutos al lado de su primer maestro: Ciro Rivera, con quien hizo el Diplomado en la Universidad Tecnológica, quien luego lo invitó a formar parte de su colectivo llamado Comunicateatro. Más tarde pasó a formar parte del Teatro Estudio de San Salvador (TESS) dirigido por Fernando Umaña, quien a la vez es el Director del Festival Internacional de Teatro “Creatividad sin fronteras”, y recientemente ha trabajado Charo Francés y Arístides Vargas del grupo Malayerba del Ecuador, con quien realizó talleres de actuación y montaje de la obra Tres viejos mares, puesta en escena con la que han tenido la dicha de recorrer diversos festivales de Centro y Sur América, incluyendo el Festival Internacional de Teatro de Manizales.

TEATRO SIN FRONTERAS
Omar tiene su propio proyecto llamado Escena Norte, desde allí se concentra y se facilita su plataforma de trabajo, pero además participa como actor invitado en diferentes grupos y con colegas con los que encuentra coincidencias antes que técnicas, humanas.
Por otra parte es el Vice-presidente de la Asociación Centroamericana de Teatro Proyecto Lagartija, una organización de actores y actrices centroamericanos que trabaja en red para generar encuentros que fortalezcan la investigación de la técnica actoral, el intercambio cultural por medio de capacitaciones, producciones de espectáculos y muestras de teatro centroamericano; todo abrigado dentro de una filosofía que cultive el desarrollo del pensamiento social enfocado a la cultura de paz.
Al respecto afirma: siempre juega un papel importante la esperanza hacia un mejor cambio, el hecho de establecerte en una sociedad más humanizada puede ser para algunos algo utópico, para mí no es inalcanzable, es una faena que día a día deberíamos capitalizar. La afectación es necesaria en cuanto ésta se incline por un desarrollo social que implique estrategias justas, y allí es donde evidentemente se pierde la esperanza, porque los sistemas políticos se malean y por ende toda una sociedad. El teatro sí capitaliza esta transformación para establecer un diálogo con una sociedad viéndose reflejada sea para bien o para mal. Y sí el siglo XXI nos trae nuevas tecnologías, nuevos pensamientos acerca de la identidad o de la no identidad, diferentes razones de luchas y eso a los teatreros del siglo XX nos enriquece la visión de “qué hago y con quiénes”, entonces estaremos haciendo un teatro que amalgame esos vínculos generacionales, lo cual me parece rico en el desarrollo del arte teatral en sí.
Para Omar una manera de darle forma a estas ideas es el Proyecto Lagartija, en este y junto a sus colegas se propone impulsar la investigación, la formación y capacitación actoral especializada, para fortalecer y desarrollar al teatro centroamericano como actor en los procesos de cambio social de nuestra región.
Con Proyecto Lagartija, realizan intercambios con actores, actrices, directores y directoras, dramaturgos, dramaturgas y especialistas en el arte escénico, originarios de países pertenecientes al área no centroamericana, algo de esto se experimenta en la actualidad, gracias al VIII Encuentro Centroamericano de Actrices y Actores que por estos días tiene sede en Belice, a lo largo del mes de enero de 2013.
TEATRO CENTROAMERICANO
Los temas recurrentes en el teatro de Centroamérica son la migración, las guerras, la violencia, la identidad, la solidaridad, la lucha de nuestros pueblos por mantener nuestros orígenes, el género, lo mítico de la existencia, de la vida y la muerte, señala Omar.
Desde luego que sí, mi región está cubierta de tantas historias interesantes y por lo tanto el teatro se ha encargado de metaforizarlas, además es presto en estos momentos hablar de movimientos ya que al fragor de todas las adversidades los centroamericanos hemos salido adelante y eso nos hace muy creativos; y consecuentes con nuestras realidades. En el ámbito social hay movimientos de luchas por reivindicar y dignificar el trabajo de los artistas que cada vez estamos menos protegidos debido a la ausencia de políticas culturales que deberían estar contempladas en la agenda de nación. Ahora mismo yo pertenezco al Movimiento de Artistas Independientes (MAI), cuya razón de ser es defender el desarrollo de las artes en El Salvador.
De hecho son varios los frentes de actividad que Omar asume hoy en día: trato de aportar desde que me uno con otros colegas a formar Proyectos que integren una visión artística fundamentada en relaciones humanas constructivas. Aporto desde Proyecto Lagartija Centroamérica, desde el Movimiento de Artistas Independientes (MAI), uniendo voces que reivindiquen nuestro trabajo y que la sociedad entera goce del derecho al arte en todas sus formas de expresión, considero que aportamos todos los que nos vemos inmersos en este Carromato de sueños y que el teatro ante todo nunca muere, mueren las ideas, pero se descubren otras y esa dialéctica es la que me tranquiliza pues sé que de por sí mismo el teatro se “mueve”. Yo sólo me incluyo en el ritmo que lleva y voy construyendo la nota en la que mejor me puedo vincular con otros.
DRAMATURGOS
Aunque Omar prefiere la actuación también oficia como dramaturgo, la riqueza de su entorno escénico le aporta cada día elementos valiosos en esta labor, por ello entre muchos autores, encuentra impetuosas y radiantes las letras de aquellos que registran todo ese espíritu y ambiente del terreno centroamericano.
Prefiero asumir desde lo que conozco más cercano a mi contemporaneidad, para ello comparto contigo que tenemos la dicha de vibrar con la obra de una de nuestras dramaturgas que ha cosechado muchos méritos y reconocimientos, ella es Jorgelina Cerritos, salvadoreña, ganadora del premio Casa de las Américas por su obra “Al otro lado del mar”, su obra ya ha sido montada en República Dominicana y en mi país, además de numerosas lecturas que ha compartido en muchos países de Latinoamérica; en el caso de Nicaragua: Adolfo Torres, ganador del Premio Nacional de Dramaturgia 2011; Aylin Morera, costarricense, directora Teatro del Archipiélago; en Guatemala tenemos a Estuardo “Tato” Galdámez, además está el colectivo SOTZ’IL; en Honduras Felipe Acosta del Grupo Teatral Bambú y al Maestro Rafael Murillo Selva, todos ellos muy destacados y recocidos por la sociedad, debido a su aporte en el terreno dramatúrgico contemporáneo.
TEATRO LATINOAMERICANO
Según Omar los personajes del Teatro Latinoamericano tienen muchas cosas en común: nuestras historias como países, como seres que hemos sufrido pobrezas, guerras, enfermedades, migraciones, exilios, dictaduras, fenómenos naturales, violencia, en fin, un mismo clímax con diferentes formas, pero guardadas en una Memoria Histórica en común, que nos hace almacenar registros propios. La audacia con que salimos adelante en la vida, lo mágico que nos inventamos para codificar nuestras formas de ser pícaro, bueno o mala gente, el simple hecho de levantarnos todos los días para ingeniarnos la manera de conseguir el pan nuestro de cada día y el sello de ser hospitalarios, a veces tristes, a menudo rimbombantes y alegres, eso me sella el ser latinoamericano y por lo tanto es imposible que nuestros personajes no se tiñan de esa esencia, pues al final estás allí siendo en la escena y ese calor tropical y vario pinto se manifiesta.
Y es que para él, el teatro es una manera de hacer y transformar la historia, pues plantea una situación dada, la enfrenta con la sociedad y desde ese vínculo se crea una disertación sobre qué podemos y qué no podemos tomar como Historia, porque la historia depende también de quien la escriba, de la visión, la necesidad, y los intereses que nos mueven, la historia es efímera también, porque cada segundo la hacemos, entonces el teatro va con esos segundos porque al igual que la vida no es estático, va con lo que está fraguando el pensamiento social.
Con las artes en general logramos hacer de algo ordinario algo extraordinario y eso puede ser un acontecimiento histórico muy importante para tan solo un individuo como para una sociedad entera. De allí que entre los dramaturgos que valora mencione a Arístides Vargas: porque logra encausar con un sustancial grado de poética todos los amores y desamores, abismos y pasiones que los humanos generamos. El trazo de la memoria histórica y los estados de soledad por donde transitan sus personajes son para mí, definitivamente, nuestros rasgos y eso hace verme en otros ángulos de identidad.

LO QUE VIENE
En actuación con Escena Norte y en coproducción con el Teatro Libre está depurando un texto en el que interpretará un personaje controversial, que le gusta por el reto que representa, tanto por su mundo, como por el toque de cabaret que quiere experimentar.
En cuanto a la dirección para el 2013 estrenará en la Opera de El Salvador Carmen, por lo que ya está trabajando tanto en la investigación como en la preparación de los personajes.
Por otra parte la aparición de su primera dramaturgia, en un texto que nació a partir de la necesidad de plasmar un momento personal que implica el tránsito de una edad complicada será todo un reto.
Continuará con las giras de la obra Tres Viejos Mares hacia otros festivales.
Pero ahí no termina todo, este hombre amoroso y lleno de vitalidad está trabajando con el colectivo Oveja Negra Teatro y espera que todas estas experiencias, como tantas otras vividas en el teatro, le permitan replantear no sólo aspectos técnicos sino terrenos humanos, donde el juego de la metáfora se confronta con su memoria histórica.
Y anhela que esto lo lleve a escudriñar ese estado creativo que tanto le gusta y que a veces le duele. Pero así es este juego para él y lo disfruta. De hecho espera tener 50 años para volver a hacer la Celestina.
Finalmente y en medio de estos avatares visitar otra vez a Colombia, pues considera que es una nación de la cual se enamoró en su paso por Manizales: debo regresar a escuchar sus ritmos, sus calles fraguadas de tanto olor a café, cumbia y amores pintados por García Márquez. ¡Gracias Colombia!, regresaré… ¿me esperas?, dice con un gesto de picardía y de ternura en su voz y en sus ojos.