Un libro de Carlos Benavides.
En un país donde la violencia es el pan de cada día, imposible que sus artistas no dirijan sus miradas sobre esa triste realidad. Podemos decir que desde que se ha generado una conciencia social, La Vorágine como una posible gran antesala, el artista vive comprometido con su pueblo, de ahí que inclusive el propio García Márquez no pudiera desprenderse de esa realidad vertido en magia desde sus palabras, pero transido a todas luces de lo que vivieron sus abuelos, sus padres y él mismo. Escritura de violencia puede llamarse esa heredad, no exclusivamente latinoamericana, sino establecida en el orden mundial, no otro es el canto de la Ilíada cuando una guerra fratricida es cantada por Homero. Desde luego que, en épocas de mayor violencia, mayor es la detención que debe hacerse por quienes quieren mostrar una realidad muchas veces vedada por el establecimiento, pertenezca este a la ideología que pertenezca, la beligerancia no tiene color político.
A través de los relatos que aparecen en Voces de la memoria sentimos un sacudón frente a una realidad que puede estar pasando frente a nuestros ojos, bien como una estancia detenida en el tiempo, ahí la historia permite comprender que las desigualdades no tienen tiempo ni espacios, o como un acontecer presente que nos muestra la hecatombe de un país que pareciera ahogarse en su propia sangre. Guerra entre hermanos, como Caín y Abel, alimentados en el odio por los dioses del poder, dioses que juzgan de una u otra manera el holocausto, siempre benéfico para ellos. Los relatos y cuentos de Benavides parecieran una radiografía de un país que ha crecido en medio de la guerra, donde los niños son arrebatados por el odio, las mujeres vilipendiadas por el patriarcado heredado, los ancianos desechados por el mercantilismo infame, donde el ser humano es objeto en medio de bandos que parecen no querer la reconciliación.
Pese a todo ello, este es un país que se resiste a perecer que, pese a esos odios tan crudamente descritos, existe todavía la esperanza de que podemos vencer nuestros miedos, y esto se hace guardando la memoria de tantas personas asesinadas, de tantas victimas que deja la guerra. Recordemos que en la palabra habita el ser humano, por eso al nombrarlos se los trae a la vida, las voces se vuelven memoria y al leer los relatos volvemos a angustiarnos y, en el mejor de los casos, a solidarizarnos con todos ellos. Muchos de estos cuentos y relatos están habitados por fantasmas, una metáfora quizá de las victimas silenciosas que habitan todos los rincones de la patria, espíritus que deambulan buscando que alguien recoja sus historias, como lo hace Carlos Benavides en Voces de la memoria.
J. Mauricio Chaves Bustos
Facilitador en procesos de diálogo para construcción de paz, escritor de cuento, ensayo y poesía, cervantista, gestor cultural.