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Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

“Simón Rodríguez en Túquerres”, poema de Vicente Gerbasi

Simón Rodríguez, por A. Guerrero (1850).
Simón Rodríguez, por A. Guerrero (1850).

 

Gracias al artículo “Moradores del Sur” del escritor venezolano Gonzalo Fragui, he tenido conocimiento del poema titulado “Simón Rodríguez en Túquerres”, de su paisano, el escritor Vicente Gerbasi (1913-1992), texto en el cual hace una relación de los poetas venezolanos que tuvieron amistad con Aurelio Arturo, como Manuel Felipe Rugeles (1903-1959), a quien le dedicó el poema Clima, publicado en 1931, Juan Sánchez Peláez (1922-2003), responsable de la edición post mortem de Morada al Sur en Monte Ávila de Caracas (1975).

Fue precisamente con Gerbasi, agregado cultural de la embajada de Venezuela en Colombia, con quien trabó una íntima amistad, luego de compartir escenario en la Universidad Nacional de Colombia en 1946, durante un ciclo de lecturas poéticas, en donde participan los dos, junto al embajador Gonzalo Carnevali y a los colombianos Jorge Rojas, Andrés Holguín, Fernando Charry Lara, Octavio Amórtegui, Eduardo Mendoza Varela y Gerardo Valencia.

Vicente Gerbasi fue escritor, poeta, político y diplomático venezolano, considerado como uno de los poetas contemporáneos más representativos de su país, fue miembro del importante grupo Viernes, que reunía a poetas y a escritores de vanguardia. Autor de los libros “Mi padre, el inmigrante”, “Poesía de viaje”, con el que recibió el Premio Nacional de Literatura (1969), “Las edades perdidas”, entre otros libros y obras publicadas en diferentes países hispanoamericanos y europeos.

La amistad llegó a tal punto, que Arturo lo invita a conocer Nariño, visitando La Unión, Pasto, Túquerres, entre otros poblados. Fue en la ciudad sabanera en donde Gerbasi se enteró de la presencia de don Simón Rodríguez, maestro del Libertador, en la sureña ciudad, desde donde envió su ensayo “Extracto sucinto sobre la educación republicana” y publicado en Bogotá en 1849, dedicado al coronel Anselmo Pineda, quien fuera el primer gobernador de la provincia de Túquerres en 1846, quien lo convenciera de permanecer ahí y fundar un colegio, lugar en el que permaneció por espacio de tres años, así mismo el lugar en donde murió su esposa Manuela Gómez.

Viviendo de un sueldo mísero, don Simón debía emprender diferentes empresas, entre otras la de fabricar jabón y velas, tal y como lo hizo en Valparaiso y Túquerres, y pretendía hacerlo en Guayaquil, empresas que, como han dicho sus biografos, no perduraban dada la falta de constancia del genial promotor. “Luces y virtudes americanas, esto es: velas de sebo, paciencia, jabón, resignación, cola fuerte, amor al trabajo«, era el atrayente letrero que lucía en su negocio en Chile, y la tradición oral tuquerreña ha recogido parecida enseña puesta en el humilde lugar donde vivía junto con su esposa y sus dos hijos, Choclo y Camilo, lugar donde funcionaba el colegio y, además, la fábrica de velas de cebo.

Es necesario recordar que en Túquerres se llevó a cabo uno de los levantamientos indígenas más importantes en el virreinato de la Nueva Granada, un 18 de mayo de 1800, cuando en el poblado de Guaitarilla se lee el “Recudimiento de Diezmos”, ante lo cual las indígenas Francisca Aucu y Manuela Cumbal, arrancan de la mano del cura el decreto, lo rompen e instan a sublevarse a todo el pueblo, nuevamente alzando voz en cuello para alentar gritando, ¡Viva el rey, muera el mal gobierno! Ocasionando la muerte de los hermanos Rodríguez Clavijo y una revuelta que se regaría como pólvora por el territorio de Los Pastos.

Vicente Gerbasi.
Vicente Gerbasi.

 

La lectura de la obra de Arturo por parte de Gerbasi es fundamental, pero aún más fundamental que hubiese recorrido su propia morada de la mano del poeta nariñense, no sin razón anota Oscar Torres Duque: “por primera vez Arturo aparece Íntimamente relacionado con su obra a través de la tierra natal, a través de la vívida recreación que Gerbasi hace del paisaje de La Unión y de Nariño, y eso hubiera abierto una veta riquísima de indagación y hermenéutica de la poesía arturiana si el texto de Gerbasi se hubiera conocido en Colombia o si hubiera generado un ansia de conocimiento entre los críticos colombianos, y si Arturo no estuviese por entonces empecinado en su silencio y retraimiento” (Archivos, 2003). Pasaría un buen tiempo para que los críticos colombianos se interesaran por conocer el lugar que dio génesis a la inspiración arturiana.

Así escribe su poema “Simón Rodríguez en Túquerres”, publicado en “Revista Universidad” #1 (Caracas, 1979), y reproducida en “Obra Poética. Vicente Gerbasi”, Biblioteca Ayacucho, 1986, de la cual reproducimos el poema, gracias a la gentileza de Gonzalo Fragui.

 

Simón Rodríguez en Túquerres

Vi a Túquerres

de casas solas

oscuras al sur de Colombia.

Volaban árboles en el viento.

Cada casa estaba

en la noche

de los astros.

Simón Rodríguez

se escondió

entre paredes de sombra.

Guardó unos libros de soledad.

Vio sus zapatos rotos.

Se avergonzó de su sombrero.

Apoyó su frente

sobre la mesa

hecha por un carpintero del campo.

Se puso triste.

Vestido de negro

abandonó su caballo

entre las siembras de papa,

y solo, como un retrato,

en Túquerres,

comenzó a fabricar velas.

En las casas

estaban el esposo y la esposa

sentados a la sombra

de un granado.

El, vestido de negro,

ella vestida de blanco

con una sombrilla azul.

En los corredores

las muchachas iban como ciegas.

En la noche se movían entre luciérnagas.

Simón Rodríguez

fue de casa en casa

y en cada casa

vendió velas

y así iluminó

al esposo y a la esposa

y les dio luz y sombra

a las muchachas desnudas

ante el espejo.

Así Simón Rodríguez

iluminó todas las casas

y después se fue a la iglesia

y con sus velas

envolvió de lumbre temblorosa

a todos los santos

de madera pintada.

corroída por los comejenes.

Túquerres (Le Tour Du Monde, 1872)
Túquerres (Le Tour Du Monde, 1872)

 

Gerbasi, emocionado con su visita al Sur, alimenta su sentir poético, deslumbrado por la presencia de Simón Rodríguez, por el asesinato de otros Rodríguez, los Clavijo en el argot popular, dentro de la iglesia, no puede dejar de sentir asombro y relata al ilustre maestro llevando la luz de un lugar a otro en la ciudad rebelde.

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