Pazifico, cultura y más

Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

Crónica de viaje V, final: Barcelona.

La Sagrada Familia (Foto: JMCHB).
La Sagrada Familia (Foto: JMCHB).

 

Barcelona, también desde París por tierra, Lyon, Montpellier, Perpignan, en La Jonquera sabemos que hemos vuelto a España, después Figueres -patria de Dalí- y Girona -patria de San Narciso – antes de llegar a nuestro destino. El Mediterráneo, un mar  más para tachar en nuestros itinerarios -¡y los que faltan!-, después de 12 horas Barcelona, ¿acaso los ecos de Montserrat Caballé con Freddy Mercury, me condujeron hasta allá? El español pasa a un segundo plano, todas las indicaciones están en catalán, como debe ser, así como el habla diaria de sus habitantes.

Nuevamente las amistades generosas que aparecen. La cuñada de mi hija y su esposo, Jazmín y Mark, me reciben en su apartamento. No puedo descansar, mi ánimo andariego me reclama la calle, así que inmediatamente me dirijo a conocer el Temple Expiatori de la Sagrada Família, nombre oficial de la célebre construcción inacabada de Gaudí, iniciada en 1882, algunos afirman que en 2026 le darán la puntada final, otros estiman que la incompletitud forma parte de la obra. Personas de todas las naciones rodean el templo, no hay un espacio libre en las fachadas del Nacimiento, la Fe, la Pasión o la Gloria, ahí otra babel admira y vuelve a admirar el templo, desde la base hasta esas altas agujas que parecen alcanzar el cénit.

Caminar, no hay como caminar lo que no se conoce. La plaza de Pablo Neruda, la Monumental de Barcelona -dedicada más ahora a espectáculos musicales que a tauromaquia-, el Arco del Triunfo -que también la ciudad se lo merece- y por la Ronda Litoral hasta llegar a la estatua de Colón, divisando siempre el Mediterráneo, pletórico de catamaranes y barcos que hablan de la condición porteña de esta importante ciudad. Sin querer voy a dar a un centro comercial muy moderno, lugares a los cuales le rehúyo tajantemente, después me explican que se pusieron en boga gracias a la influencia “americana” que se ha impuesto en parte de la ciudad. Como alma que recoge los pasos, salgo de ahí y llego a Las Ramblas, llena de bares y de lugares donde tomar una caña o un bon vino, siempre hay con quien conversar así sea un completo desconocido. De la Plaza de Catalunya al Barrio Gótico, donde la tarde empieza a caer y propios y extraños salen a pasear para tomar el fresco y comer un buen guiso marinero.

Park Güell (Foto: JMCHB).
Park Güell (Foto: JMCHB).

 

Temprano al otro día salgo para el Park Güell, para llegar es necesario el bus, ya que queda en las estribaciones de la sierra de Collserola. Ahí reina Gaudí, llegar tan temprano me permite meterme por cuanto recoveco encuentro, no hay un ángulo recto en kilómetros a la redonda, es su estilo, y la arquitectura se mezcla con la naturaleza. Algo me pasa, quizá tanto telurismo artificial termina por atiborrar mi ánimo. Grutas y pabellones aparecen por todas partes, las fuentes son un recreo para el alma, particularmente la de la salamandra, uno de los emblemas de la ciudad. Viaductos y puertas se enmarañan en un laberinto que atrae a miles de personas, me doy cuenta en la salida, que ostenta una fila interminable en el acceso al lugar.

De ahí el bus me conduce hasta la Barceloneta, una playa bellísima de arenas blancas  y un agua inmensamente azul que se extiende por el horizonte. La infraestructura es maravillosa, se piensa en el bienestar de todos, por eso el tráfico vehicular es restringido, se respeta a los fumadores que tienen sus espacios, la playa nudista es el arquetipo del respeto, hay caminos en madera para hacer más fácil el acceso, y hay duchas gratuitas por toda la playa. La música suena sin ser estridente, las olas del mar forman parte de ella, no hay competencia por el lugar que más ruido hace, al contrario, en medio de tanto bañista es posible conversar unos con otros. ¡Que dignidad se reconoce en cada persona, hay respeto por todos! Ensimismado, me pregunto si algún día lograremos tener en nuestro Pacífico colombiano esa infraestructura, desde luego con las características propias, si algún día en Colombia el turista, especialmente en el Caribe, será visto como una persona y no como una chequera.

Caminar, caminar sin buscar un destino fijo, todo ahí me parece hermoso; por donde se vaya hay algo que admirar, bellos parques llenos de familias tomando su descanso, son ciudades seguras en donde fácilmente dan indicaciones si uno se siente perdido, inclusive conversan un poco preguntando nuestro origen. Y aparece nuevamente la amistad, como una constante en mi vida agradecida, Gabriel Burgos Checa, ipialeño residente en Barcelona hace años, ha visto mi estado y mi ubicación e inmediatamente me contacta, pasados unos minutos un abrazo mutuo nos permite encontrarnos en el paisanaje.

Ha llegado en su moto e iniciamos un paseo por la Barcelona que conocen los residentes, ahí parques y plazas maravillosas, los lugares donde se vive la cotidianidad. Gabriel tuvo hace años la gentileza de comprarme en Barcelona un libro en el cual estaba interesado, y no solo eso, sino que me lo hizo llegar hasta Bogotá. De ahí surgió una amistad, lo sigo en redes y me complazco de sus viajes y de sus logros en las carreras atléticas que participa por diferentes lugares de Europa. Este encuentro no hace sino confirmar su amistad y su generosidad, me invita a un lugar donde se come lo típicamente barcelonés, ordena uno y otro plato hasta el punto en que el mesero le recuerda que solo somos dos comensales, muertos de la risa celebramos con un inmenso jarro de buena cerveza catalana.

"La visión del Mediterráneo constituye para mi una necesidad" Gaudí. (Foto: JMCHB).
«La visión del Mediterráneo constituye para mi una necesidad» Gaudí. (Foto: JMCHB).

 

Portugal, España y Francia en este viaje, una oportunidad para conocer otras culturas y para reconocer la importancia de la singularidad donde uno vaya, del respeto en las diferencias como una garantía de la vivencia plena de la humanidad. Y sobre todo un viaje para afianzar amistades y para sembrar otras nuevas, convencido que mi trabajo literario me permite compartir con tantas personas sumamente buenas, y como en el poema de Amado Nervo: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”

Emprenderemos otros viajes, de eso estoy seguro.

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