Carlos Casares Mouriño, un escritor gallego vernáculo
A propósito de la FILBO 2025, cuyo país invitado de honor es España, traemos a colación a uno de los autores gallegos que ha trascendido con su obra a su propia comarca, sin renunciar a ella en ningún caso. Realmente no es conocida la obra de Carlos Casares Mouriño en Latinoamérica, el acercamiento nos ha…
A propósito de la FILBO 2025, cuyo país invitado de honor es España, traemos a colación a uno de los autores gallegos que ha trascendido con su obra a su propia comarca, sin renunciar a ella en ningún caso.
Realmente no es conocida la obra de Carlos Casares Mouriño en Latinoamérica, el acercamiento nos ha sido dado gracias a su hermano, el médico Xabier Casares, y a la escritora colombiana radicada en Galicia, Stella Estrada Mosquera. Lo anterior tiene varias explicaciones, quizá la principal es que no ha habido de parte de España y de Colombia una preocupación por mostrar las voces que narran los otros países que habitan en el país ibérico, de ahí que la mayoría de las obras de muchos autores y autoras no hayan sido traducidas al castellano, con excepción de aquellos que han recibido el favor de las grandes editoriales, siendo factible encontrar sus libros en la mayoría de librerías, tales como de Rosalía de Castro, de Ramón del Valle Inclán o del controvertido Emilio José Cela.
Carlos Casares nació en Xinzo de Limia (Orense), el 24 de agosto de 1941, y falleció en Vigo (Pontevedra), el 9 de marzo de 2002. Estudió ciencias y literatura en la Universidad de Santiago de Compostela, recién graduado accedió a un cargo como profesor en Ourense, en donde fue destituido por sus ideas políticas. Se recordará que para entonces imperaba en España Francisco Franco, quien impulsaba la hispanidad bajo los preceptos de grandeza, idioma común, que no era otro que el castellano, imperio de la religión católica sobre todas las demás, repudiando toda modernidad liberal y todo racionamiento moderno. Para entonces, en lo que hoy son las comunidades autónomas, se impuso el idioma “español”, prohibiendo que se hablaran los idiomas nativos, como el catalán, el valenciano, el gallego, el euskera o el aranés, entre otros que aún subsisten, de tal manera que la familia Casares Mouriño, como tantas otras, hablaban a escondidas el gallego, de puertas para adentro, al fragor del fogón que atizaban las manos de los abuelos, guardianes de los saberes propios que el franquismo quería eliminar, recordando, como toda una contradicción, que el propio Franco había nacido en el pueblo de Ferrol, provincia de la Coruña, en Galicia.
Carlos Casares fue el miembro más joven de la Real Academia Galega, recibido en 1977, institución fundada en 1906, diputado en el parlamento de Galicia en 1977 y presidente del Consello da Cultura Galega en 1996. La mayoría de sus obras fueron escritas en gallego, y muchas veces fue él mismo el traductor de sus libros, inclusive de otros autores, tales como “El principito”- O principiño– de Saint-Exupéry o “El viejo y el mar” – O vello e o mar– de Hemingway, entre otros. Esto es fundamental para entender su trabajo tanto como escritor y traductor, pero por sobre todo como un protector de la cultura y la lengua gallega, tan desconocida para los latinoamericanos, pese a que tenemos a célebres personajes cuya cuna fue Galicia, tales como don Antonio Nariño, el precursor de la independencia de la actual Colombia, así como los cientos de migrantes gallegos que llegaron a Cuba o a Argentina a inicios del siglo XX, posibilitando con sus remezas la creación de centros tan importantes como la Real Academia Galega, entre otros tantos.
Autor de cuento, novela y ensayo, con un empleo de recursos estilísticos que buscaban atraer la atención de los noveles lectores de su amada Galicia, de ahí que en sus creaciones haya una constante a recalcar la importancia de la inclusión de aquellos tradicionalmente excluidos, así lo vemos en sus libros, Vento ferido –“Viento herido”- (1967), Xoguetes para un tempo prohibido – “Juguetes para un tiempo prohibido) – (1975), Ilustrísima (1980), Deus sentado nun sillón azul – “Dios sentado en un sillón azul” – (1996), o en sus libros de literatura infantil, principalmente en su clásico cuento A galiña azul – La gallina azul” – (1968), o en el sinnúmero de ensayos y artículos de prensa que aparecen en La Voz de Galicia o La Región, entre otros.
Recibió los premios: Concurso nacional de contos infantís O Facho (1968), Premio de la Crítica de narrativa gallega (1976, 1996 y 2002), Premio Otero Pedrayo (1977, 1987, 1991), Premio Internacional Afundación de Periodismo Julio Camba (1995) y fue reconocido en el Día de las Letras Gallegas (2017). El 9 de septiembre de 2002, poco después de su muerte, se constituyó la Fundación Carlos Casares, cuyo fin, aparte de difundir y velar por la obra del autor, es promover el diálogo y la tolerancia desde su natal Galicia, difundiendo su cultura con criterios de apertura, pluralismo y respeto a la diversidad cultural, el actual presidente es Francisco Xabier Casares Mouriño y el secretario es Gustavo Adolfo Garrido García.
Desde su primer libro, “Viento herido”, se intuye ya los temas que ocuparán su atención constante, tales como la violencia, el rencor y la frustración ante la imposibilidad de no poder cambiar las condiciones en que se vive, en fin, las circunstancias que va poniendo la vida en su trasegar, pero narrados de manera sencilla, acudiendo a lo que dicen era dos cualidades propias del autor: la memoria prodigiosa, quizá heredada en la escucha atenta que le dictaban a él y a su generación, en la Galicia profunda y litoral, los cuentos y mitos que terminarían por enmarcar sus propias creaciones, así como el fino humor que aparece retratado profusamente en muchos de sus personajes.
En “La gallina azul”, relata de manera muy sencilla el tema de la persecución a las diferencias, en clave contra el franquismo o todo totalitarismo si se quiere, ya que un parroquiano tiene una gallina diferente a las demás, inclusive cacarea de otra manera, de tal manera que la orden es matarla, sin embargo, los paisanos se reúnen y pintan a todas las gallinas de azul con el fin de que los gendarmes no se la lleven y la eliminen. Este cuento se considera ya un clásico dentro de la literatura gallega, y ha sido llevada inclusive al teatro de títeres.
Su crónica “Esa vieja que trabaja el campo” (1991), condensa la Galicia que vivió el autor, en donde la tradición pareciera cazar pelea con la modernidad, tal y como lo hace él con sus obras que, reivindicando la ancestralidad gallega, la pone en sintonía con los tiempos que le tocó vivir, de ahí el carácter nuevo de narrar que acompaña toda su obra. Es una anciana que en verano deshierba su pequeña estancia, mientras a pocos metros unos adolescentes se bañan en una piscina mientras disfrutan del verano, “son dos países”, anota el autor, la de la anciana que encarna los valores heredados, como el trabajo y la sencillez, sin excluir el orgullo de haber nacido en el mismo lugar de sus antepasados, y la de los jóvenes que buscan de cualquier forma parecer más citadinos, mundanos en el sentido de querer explorar todo lo que los rodea, la de una modernidad que tarde que temprano tenía que llegar a España.
Es una obra universal y provinciana la que legó Carlos Casares, tan diciente para una Latinoamérica no tan distante como se pensaría, la misma que pese a toda modernidad se debate entre lo urbano y lo rural, entre los globalismos que todo lo permean y el anclaje a una tradición muchas veces no querida.
J. Mauricio Chaves Bustos
Facilitador en procesos de diálogo para construcción de paz, escritor de cuento, ensayo y poesía, cervantista, gestor cultural.
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