Parsimonia

Publicado el Jarne

Sin novedad en el frente de Sebastopol

La guerra en Ucrania, la disputa por Crimea y el retorno administrativo, político y militar de este territorio a Rusia después de 61 años me llevó a volver la vista a Relatos de Sevastópol, de Lev Tolstói.

Utilizamos el nombre de la ciudad en español —Sebastopol— para evitar la confusión con Sevastopol, localidad del Estado de Wisconsin (Estados Unidos). No obstante, en la edición que hemos manejado para esta reseña* figura Sevastópol sin duda mucho más ajustado a su transcripción original en ruso y, al tildarlo de acuerdo a la norma ortográfica del español, respetamos a su vez la pronunciación de dicho topónimo en la lengua rusa.

Tolstói llegó a Sebastopol el 7 de noviembre de 1854 para unirse a la decimocuarta brigada de artillería del Ejército imperial ruso, en plena guerra de Crimea. Este conflicto, que estalló en 1853 y se prolongó hasta 1856, fue producto de las pretensiones de las principales potencias de aquel entonces sobre algunos territorios del Imperio otomano, por aquellas fechas en declive. Rusia se enfrentó a los turcos y, además, a una alianza anglo-francesa a la que también se unió el reino de Cerdeña. Demasiados enemigos. La balanza se inclinó a favor de los aliados a partir del 25 de octubre de 1854 con la derrota de las tropas zaristas junto al río Almá y, de forma definitiva, cuando la resistencia rusa se quebró en el sitio de Sebastopol en septiembre de 1855.

Los tres relatos que conforman este libro se publicaron entre junio de 1855 y enero de 1856. En un principio aparecieron muy modificados por la acción de la censura, hecho que sorprende si tenemos en cuenta que Tolstói gozó de la protección del zar Alejandro II a quien, al parecer, entusiasmaron estas historias. Más llamativo aún es que no se publicaran íntegras hasta 1928, ya en una Unión Soviética plenamente controlada por Stalin, donde se sucedían las purgas contra la vieja guardia bolchevique y antes de los procesos de Moscú de la segunda mitad de los años treinta.

Y es que Relatos de Sevastópol recuerda demasiado a los testimonios antibelicistas que se publicaron acerca de la Primera Guerra Mundial como Adiós a las armas o Sin novedad en el frente: «Aquí […] contemplará la guerra no con su ordenamiento ordenado, bello y brillante, con su música y redoblar de tambores, con sus banderas ondeando y sus generales a caballo, sino la guerra en su verdadera expresión, con sangre, dolor y muerte». Más adelante, lanza otra idea que resume el motor y la intencionalidad de sus crónicas: «las cuestiones que no resuelven los diplomáticos, menos aún las resuelven la pólvora y la sangre».

Se aprecia un contraste entre los jóvenes reclutas henchidos de orgullo que nunca han combatido en una guerra y los hombres con más experiencia que están hartos de ella en una anécdota en la cual los hermanos Kozeltsov se encuentran en la tienda de campaña para recibir instrucciones y, a continuación, entra un comisionista que no entiende el fervor de ambos y afirma sentirse asqueado de «la vida de perro» que lleva en el frente.

Pero el personaje que sirve al autor para canalizar todo lo que presumiblemente sintió en la guerra es sin duda Volodia, presentado magistralmente como la quintaesencia de la candidez y la inocencia de la primera adolescencia que pronto quedará truncada. Y esto lo logra Tolstói tan solo con la descripción de su apariencia física: una mirada llena de curiosidad y emoción, bigote incipiente.

Un detalle que llama la atención en la página veintitrés es que Tolstói se refiere a un soldado ucraniano —que pelea en el bando ruso— como «forastero», es decir, consideraba que venía de otro lugar pero dicho lugar no tiene por qué ser otro país, esto es, no implica necesariamente el matiz de «extranjero» o «foráneo». Aunque Tolstói adapta lo que dice este soldado a la grafía rusa, una nota de la traductora permite averiguar que en realidad el soldado habla en ucraniano.

Quizá se haya entusiasmado demasiado quien escribe estas líneas, pero no creo que sea demasiado descabellado afirmar que estos Relatos de Sevastópol bien podrían ser considerados la cuna de la llamada literatura de no ficción y el antepasado —salvando todas las distancias que se hayan de salvar— de A sangre fria (Truman Capote) o de Operación Masacre (Rodolfo Walsh).

*Tolstói, Lev N., Relatos de Sevastópol, Barcelona, Alba, 2013 (trad. Marta Sánchez-Nieves Fernández), pp. 22-24 y p. 45.

 

Joaquín Pi Yagüe

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