Parsimonia

Publicado el Jarne

Problemas de convivencia

Hace meses me llegó un correo de una amiga que vive ahora en Australia. La chica se quejaba de que había sido imposible encontrar piso. Cada vez que iba a ver uno, le hacían un casting con todo tipo de preguntas sus posibles compañeros de apartamento. En el cuestionario, sólo faltaba que le preguntaran la marca del sujetador y las bragas y si las llevaba a juego.

Me cagaba de risa. Estos gringos siempre tan rectos, cuadriculados y cabezotas. Sólo les hubiera faltado que pidieran el aval de una madre: un papelito en el que se asegura que su hijo está bien educado, no es el ser más sucio que ha parido madre, no pondrá música a altas horas de la madrugada, no fumara ni meara fuera de la taza.

Pero amigos, las risas se convirtieron en llanto después de dos meses. Vivo con cinco personas con las que me llevaba bastante bien. Nos íbamos de fiesta y había buena convivencia. Sin embargo, había un problema con una de ellas: era lo más asquerosa que uno se puede echar a la cara.

No lavaba nada, absolutamente nada. Eso no era lo peor: los platos, cacerolas y cubiertos se acumulaban en su cuarto durante días y semanas. Las primeras semanas creíamos que alguien se había llevado tal cacerola o sartén porque no aparecía. Había desaparecido, se había deslizado a un imaginario triángulo de las Bermudas que estaba en alguna parte del apartamento. Después, por arte de magia, aparecían el día que venia una mujer a limpiar.

Se daba la situación de que fueras a hacerte cualquier cosa y no tuvieran ningún tipo de accesorio. ¿Querías hacerte pasta? No podías hacerte nada porque no había ninguna olla. ¿Querías hacerte un filete o algo parecido? Tampoco había sartenes. ¿Una ensalada?  De nuevo, te quedabas con el hambre porque los platos se habían deslizado al limbo y no iban a volver. Al final, terminé comiendo todos los días fuera y robando los cubiertos de los sitios a los que iba a comer para asegurarme tener un tenedor. Que cutrez, pero fue así.

Fregadero
Una de las veces en que aparecían los platos "misteriosamente".

Lo que más me jodía es que aparecía toda la cubertería el día que venía la asistenta. Toda la semana buscando los platos o algo con lo que cocinar como un gilipollas y, de repente, aparecen todos de golpe y sucios. Además, esta persona utilizaba mucha vajilla porque es vegetariana. No tengo nada en contra de los vegetarianos, pero es verdad que por su tipo de alimentación más cuidada utilizan más accesorios de cocina. Pero, ¡Joder, lava las cosas que hayas utilizado!

Al principio, nos lo tomábamos a broma. Pero al segundo mes ya me hacía menos gracia. La dueña del apartamento ponía notas en las que nos aleccionaba a que fuéramos más limpios. Caían en saco roto. Te acababas encontrado la pestilente la pila de ollas, sartenes y platos el día que venía la mujer. Hasta yo le puse una nota en la que pedía que lavara para que no viniera hacer una inspección el Ministerio de Sanidad; fue en vano.

Al final, hemos terminado cada uno con un conjunto de tres platos y un vaso en el que pone nuestro número. Yo soy el tres. Una amiga dice que son una mariconada, pero que quiere que le diga, después de estar casi tres meses sin saber que era un plato, me conformo con cualquier cosa. La asistenta viene a limpiar dos días a la semana y seguimos en la misma dinámica. La persona en cuestión se va a finales de mes. Sólo sueño con ir a la cocina y encontrarme todo en su sitio. Y los gringos, pues tienen bastante razón. Si vuelvo a vivir con más gente, no les pediré su marca de ropa interior, pero si les pediré referencias de su madre o de algunos compañeros de piso anteriores, por sí acaso.

Los platos y el vaso, con su número correspondiente.
Los platos y el vaso con su correspondiente número, el tres.

Comentarios