El pasado jueves se estrenó en España, Timbuktú. Nominada a varios César -premios de la academia francesa- y a mejor película extranjera en los Óscar, narra el Tombuctú bajo el yugo del islamismo radical tras la conquista de los tuaregs y la rama local de Al Queda en 2012. Una coalición internacional bajo mandato de la ONU y encabezada por Francia, acabara expulsándolos nueves meses después.
¿Cómo es una urbe en manos de grupos yihadistas? Esa la pregunta que responde Timbuktu. Bajo el gobierno de la sharia, la música está vetada, so pena de recibir una buena tunda de latigazos. El tabaco y el alcohol, nuestros vicios legales, están prohibidos. Esto no impide que algún radical fume a escondidas o que se utilice el tráfico de armas, drogas o personas para sufragar los gastos de la revolución. El radicalismo necesita el dividendo para mantenerse.
El balón es un instrumento malicioso fuera de los renglones de Alá. Los chavales se contentan con jugar sin esférico imaginando que tienen uno, aunque es el sexo femenino el que sufre las condiciones más duras. Los nuevos amos pueden disponer de sus vidas y sus formas. Tienen que llevar guantes y vestidos largos para asegurar el recato que imponen los islamistas. Esta imposición da lugar a situaciones tan ridículas como una escena en la que una mujer pide que le corten las manos porque no puede trabajar con guantes y coger con facilidad el pescado.
En la charla posterior a la película participó Abel Jafri, el actor protagonista, que se encontraba en Madrid. Jafri explicó que la religión islámica en esa zona Malí era más abierta tolerante y una parte importante de la población estaba secularizada. Todo cambió tras la llegada de los extremistas y su lectura rigorista del islam. Expuso las consecuencias de la guerra: una larga ristra de refugiados se han dispersado por la región en campamentos como Mauritania.
También fue muy interesante la participación del periodista José Naranjo. Fue el primer español que entró en Tombuctú tras las llegada de las tropas de la OTAN. Eso le permitió firmar uno de las mejores reportajes que he leído: la historia de los papeles de Ziyad Al-Quti, un sabio andalusí del siglo XV que huyó de Toledo con sus legajos a cuestas y se refugió en esta ciudad. La biblioteca de este sabio ha sobrevivido una vez más al fanatismo gracias al Sr. Diadié. Lean y se quedarán encandilados. Y por supuesto, vean la película.
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