Parsimonia

Publicado el Jarne

Aquella canción que no dejaba de sonar en mi cabeza

Fue un verano duro. Recuerdo que trabajaba en Público durante 7 horas. Me habían quedado varias asignaturas porque había coincidido con el 15-M, así que me tocaba estudiarlas a la vez que camellaba. Estaba siempre muy cansado. Sólo había una cosa que me permitía animarme, seguir estudiando y no volverme loco: Prove it all night, un tema de Bruce Springsteen. Era aquella canción que no paraba de sonar en mi cabeza. 

Todo vino por eso de centrarse en hacer la Revolución. Pensaba en aquello de que la Revolución no iba a ser televisada y formé parte del movimiento de los indignados. Pasé gran parte del período de exámenes entre acampadas y asambleas. Error. No aprobé muchas asignaturas, así que tuve que dejarlas para septiembre. Entre ellas, mi querido Tributario. La peor asignatura de la carrera con diferencia.

Por azares de la vida, conseguí unas prácticas remuneradas como becario en Público, el periódico de izquierdas que se había fundado cuatro o cinco años antes. Tenía muchas ganas de trabajar en periodismo y más en un diario con el que me sentía muy cercano. Fui incapaz de rechazar el trabajo; me encaminaba a uno de los veranos más intensos de mi vida.

Aquel periodo fue muy movido informativamente. Los indignados estaban en pleno auge y se producían protestas a diario. El gobierno de Zapatero estaba en las últimas -anunció entonces que habría elecciones anticipadas- y suspendía sobre nuestras cabezas ya un posible rescate. Además, la situación económica del periódico era muy mala y ya amenazaba tormenta. En septiembre hubo varios despidos y bajas voluntarias, a primeros de año entró en concurso y en febrero cerró la edición en papel.

No era el momento más propicio para estudiar. Eso de compaginar trabajo y estudio no es algo muy recomendable. Si además se unían todos estos factores con una tensión muy fuerte en el ambiente, era todavía más complicado. A veces tenía la sensación de estar ante algo crepuscular. Era un poco como estar en Grupo Salvaje, La Pandilla Salvaje en Latinoamérica, donde los personajes se sienten desplazados por el cambio de época y sólo esperan a que venga la escabechina final.

Les puedo asegurar que fue de las momentos más estresantes que recuerdo. Me quedaba en una sala que colonicé en el periódico con todos mis libros y apuntes. Las paredes eran de cristal. La gente me veía y me saludaba como si fuera un animal encerrado en el zoo. Estaba las 7 horas que me tocaba en el periódico y después me quedaba allí para estudiar. Las dos últimas semanas salía de mi casa a las 7 y llegaba a eso de las 12.

A veces, me daban todos los males. Tenía nauseas, se me empezaban a revolver las tripas o incluso conatos de ataques de ansiedad. Se me rompieron los pantalones y no tenía tiempo ni ganas para ir a comprarme otros. Me echaba en la cama, volvía a sonar el despertador y regresaba al trabajo para volver a tener la misma rutina. Lo dicho: una vida muy perra.

¿Cómo trataba de calmarme? A veces quedaba con mis amigos. Especialmente con una brasileña fantástica, una gran amiga que decía que se me estaba poniendo cara de loco. Y luego con Prove it all night, la canción de Springsteen. Esa rabia y fuerza que desprende la canción en directo me daba alas y unas ganas de vivir a prueba de balas. Cuando me notaba cansado, la escuchaba dos o tres veces. Después, volvía a lo que tuviera que hacer.

Con los años, he mirado la historia de la canción. Resulta que esa interpretación pertenece a la gira del 78. Por aquellos años Springsteen había pasado dos años sin entrar en un estudio debido a problemas legales con su anterior representante. Esto le impedía sacar material nuevo hasta que se resolviese el pleito legal.

Estaba deprimido y creaba a partir del dolor. Antes de pasar por el psiquiatra para reconducir esos instintos, hizo la gira de presentación del disco de The darkness of the edge of town. Esos conciertos son muy míticos. Springsteen se refugió en la música y calmaba su ira con directos apoteósicos de cuatro horas en los que parecía que tocaba como si fuera la última vez. Gracias a esa fuerza desatada, yo tiré para adelante.

Al final, aprobé todo a lo que me presenté. Cuatro asignaturas de cuatro. Cuando me dijeron la nota de mi querido Tributario, los trabajadores estaban en asamblea. Anunciaron que se iban 30 personas. Solté una risa y los demás compañeros me miraron sorprendidos. Les expliqué que había aprobado aquella asignatura. Todo siguió como si nada mientras yo mantuve una sonrisa bobalicona de oreja a oreja durante un par de horas.

En Twitter: @Jarnavic

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