Otro mundo es posible

Publicado el Enrique Patiño

Quindío, un ejemplo en turismo

Las piernas duelen en el ascenso tortuoso por las montañas escarpadas del municipio de Buenavista, en Quindío. Sin embargo, cada paso es un descubrimiento: las escaleras están construidas con los tallos de los arbustos del cafeto arábica que dejaron de dar frutos; a lado y lado de la trocha abierta hay café con leves brotes de madurez de la mejor calidad del planeta, y al atardecer se puede ver el paisaje arrobador del valle de Maravélez y del Quindío en pleno, desaprovechado hasta hoy por los folletos turísticos. Las aves en vuelo regresan a sus nidos al filo de las seis de la tarde y su colorido y la multiplicidad de trinos recuerdan que Colombia alberga el veinte por ciento de las especies aladas del planeta.

Municipio de Buenavista

En realidad, se trata de un descubrimiento por las rutas del café menos exploradas del Quindío. En el municipio de Buenavista, un pueblo con la forma de un pesebre enclavado en medio de la cima de una montaña al que la mayoría no accede a pesar de estar ubicado a apenas cuarenta minutos de Armenia, se cultiva uno de los secretos mejor guardados del país, en uno de los más inteligentes intentos por reposicionar a Colombia como potencia cafetera, ya no en cantidad sino en calidad: se cosecha, literalmente, uno de los mejores cafés del mundo. No se trata de un lema publicitario como antaño, sino de un trabajo técnico concienzudo, que por igual se adelanta en otras partes del país como Pasto, Pitalito, la Sierra Nevada de Santa Marta o los Santanderes. Pero Quindío reina por su glorioso pasado cafetero y por la manera en que cada persona de la región siente que su vida está ligada a esta planta como una semilla de café a la otra.

Y porque además el departamento convirtió lo que era un proceso aislado en una ruta turística, que se implementará con más fuerza que nunca durante la Copa Mundo Sub 20. Buenavista es la sede inicial del descubrimiento de esta Ruta del Café, un proyecto monumental del que casi nadie aún sabe, pero que está apoyado por el Banco Interamericano de Desarrollo Fomin e incluso por NatGeo, además de la Gobernación del Quindío y la Cámara de Comercio de Armenia. Una propuesta que venció a otras 319 de toda Latinoamérica y que fue exitosa por no limitarse a un grupo cerrado de ciudadanos, sino por abrirse a cada habitante del Quindío. Porque cada persona que lo atiende a uno en esta región recibe al que lo visita, finalmente, con una taza de café.

Las ciento veinte empresas y las más de mil personas que terminarán vinculadas convertirán a la región en el referente nacional del tema. Pero ya lo son. Con la diferencia de que ahora las personas tendrán la posibilidad de experimentar las vivencias del café en las montañas mismas donde se cultiva, en especial en municipios como Filandia, Pijao, Barragán o Buenavista, entre el trino de las aves canoras, bajo la sombra de los platanales que dan sombra a los cafetos y con la oportunidad de conocer en vivo cómo se elabora el mejor café de la tierra, en un proceso que tiene hasta cinco etapas de selección en las que se descartan una y otra vez los granos menos buenos hasta depurarlos a un grado de pureza que explota como ambrosía en el paladar.

Lo dice un cronista que no es cafetero y no ama el café. Pero En la Terraza San Alberto, justo sobre el paisaje mágico de Buenavista, se realizan bautizos cafeteros, que no son otra cosa que un recorrido por el cultivo, la selección y el procesamiento del grano, que rematan con una estimulación de los sentidos en una divertida cata de café a ojos cerrados, que termina creando en el visitante una relación con la bebida casi cercana al amor.

Quindío es café de calidad en una oferta de igual peso. El Parque Nacional del Café, con sus espléndidos recorridos y sus largos trechos para caminar, su pueblo quindiano y sus bosques de guadua; Recuca, un recorrido por la cultura cafetera diseñado para turistas ansiosos de experiencias divertidas; el bellísimo recorrido de dos horas por el Jardín Botánico, sin duda alguna el mejor de Colombia; y lugares como Donde Juan B, un restaurante en pleno valle del Cocora, que también ofrece café excelso, redondean la experiencia.

Pero el centro del placer está en ascender por las pendientes del café, ver los brotes que apenas germinan, apreciar la manera en que se despulpa, trilla, seca, tuesta y elige el grano; sudar y detenerse a ver el paisaje; conocer sobre las enfermedades de la broca y la roya; entrar a una casa tradicional quindiana donde viven los trabajadores, y tomarse una taza de café de la más alta calidad. Allí se hace imposible no sentir el amor que da la cercanía con el conocimiento. O aquel al que hacía referencia Borges, acerca de que el sabor de la fruta no está en la fruta misma, sino en su contacto con el paladar.

Datos de viaje

-Llegar a Armenia es fácil. Hay vuelos directos a diario, pero además se puede acceder desde Cali (dos horas), Pereira (45 minutos) o Manizales (hora y media) o por tierra desde Bogotá y Medellín (seis a siete horas en promedio).

-Los recorridos cafeteros oscilan entre hora y media a tres horas. Valen la pena por la vista, el sabor y el conocimiento de los guías. Su precio ronda los cien mil pesos.

-Gracias a las buenas vías, es posible visitar estos destinos desde Armenia en menos de 45 minutos. Incluso si lo suyo no es el café, el recorrido por Café San Alberto vale la pena. Si es cafetero, también tiene opciones para darse gusto que se consiguen en todos los destinos, desde Salento hasta Montegro, como “cafequipes” o galletas de café.

Comentarios