Otro mundo es posible

Publicado el Enrique Patiño

La Registraduría, una pesadilla para los colombianos

Mi hermano Hugo pidió la cédula hace cinco años. Lo hizo en la Registraduría de Santa Marta. Dos años después, desesperado ante el silencio, volvió a pedirla en Santa Marta, en una fila que lo obligó a despertar a las 3 de la mañana para alcanzar al turno. Estos se repartían contados, cada mañana, a los primeros en la fila, y la mayoría se los ganaban los tramitadores que se estacionaban ahí a cobrar por los primeros puestos.

Sin respuesta alguna, Hugo la pidió hace un año por tercera vez en Medellín, donde vivía. Agotado ante el silencio de la institución, insistió de nuevo en su petición de la cédula nueva, por una cuarta vez en Santa Marta, donde le dijeron que no existía ninguna solicitud a su nombre: nada, en cinco años nada. Ni siquiera existía.

Cinco años de peticiones, y tres contraseñas verdes que conserva en su poder y que le sirvieron de poco porque aún no tiene el documento solicitado, que a una persona normal tardan, si les va bien, año y medio en entregarle, un tiempo igualmente escandaloso para el documento más importante del país.

y para rematar, la cambian cada rato
y para rematar, la cambian cada rato

Pero eso no es nada. Si se la hubieran robado, le habría pasado como a Liliana, otra sufrida usuaria de Bogotá, a quien le negaron la posibilidad de inscribrse para votar con la contraseña, y eso que el proceso es regido por la misma Registraduría; ella tampoco ha podido cobrar dinero consignado a su nombre en un banco porque afirman que la contraseña no es válida para esas operaciones; y para colmo de males, la robaron una segunda vez, y ahora dicen que no tiene derecho a una segunda contraseña o a algún comprobante para poder sobrevivir en este país donde todos piden la cédula para todo.

La salud, los cobros, los bancos y cualquier institución del país, pública o privada, pide para ingresar un documento con foto. Y la mayoría sólo tiene la cédula a mano. O quisiera tenerla.

Tan pobre es el proceso de asignación de cédulas, a pesar de la buena autopublicidad que se hacen, que la contraseña entregada por la misma registraduría no es válida sin un sello posterior de la Registraduría misma. Eso es tan insólito como que una universidad diera un diploma y el alumno tuviera que volver a las aulas para que en ellas revisaran si de verdad se lo ganó merecidamente.

En Medellín, en las torres de Bomboná, la gente hace filas para que le digan que sólo se puede conseguir la cita por teléfono. Pero los tramitadores están afuera, esperando para hacer su negocio y cobrando por el puesto.Las citas telefónicas, en casos como la Registraduría de Belén, sólo se entregan el mismo día hábil, y a las 6 de la mañana ya no hay citas disponibles. ¿De nuevo los tramitadores o la ineficacia?

Karina, en Bucaramanga, lleva 3 años esperando una solución para que le entreguen la tarjeta de identidad que pidió cuando tenía 13 años.  El servicio de despacho, que vale 20 mil pesos, ha sido tildado de ineficiente por los usuarios, y la atención en ventanilla casi siempre implica pérdida de al menos una mañana de trabajo, ante las largas filas.

A manera de chiste, un periodista venezolano decía que en su país al menos ese sistema sí funcionaba, pero que funcionaba tanto (las entregan en un día) que eran horribles y fácilmente falsificables. No las conozco, pero un promedio de un año y medio es vergonzoso para Colombia, y ese es el caso que nos importa. Y más que vergonzoso, indigna, maltrata a la gente que lo necesita, propicia la corrupción, promueve a los tramitadores, roba el tiempo a las personas y habla muy mal de esta institución.

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