La obra más reciente del teatro La Libélula Dorada, ‘La peor señora del mundo’, está a cargo de los dos Señores del teatro y de los títeres más importantes del país, que cumplen 40 años desde que abrieron su espacio emblemático en el barrio Galerías. Iván Darío Álvarez y César Álvarez son contados acá por su malvado personaje.
Me dicen que soy la peor señora del mundo. Confieso que me gusta maltratar a todos los habitantes de mi pueblo. Maltratar es un decir: solo los golpeo un poco para que aprendan a respetarme, les grito otro tanto para que se alejen, les tuerzo la cola a los gatos, pateo los perros, les echo agua caliente a las hormigas, asusto a los policías, maltrato a los animales para que no me contagien sus pulgas y encarcelo a mi hijo para que no se le ocurra portarse mal, entre otros detalles secundarios.
Solo eso. Lo demás es exageración.
Pero hay un par de personajes con los que no he podido. Se llaman César Álvarez e Iván Darío Álvarez. Para más señas, son hermanos. Uno es bogotano y el otro es paisa, pero según le dicen al público, ambos nacieron en Titiribí, el país de los títeres. Por información que he podido obtener dentro de su teatro, donde también vivo yo y ellos quieren quitarme, se enamoraron de los muñecos cuando tenían siete años pero solo los descubrieron como oficio en la adolescencia y después de ir a ver las grandes compañías del momento en los años setenta.
Yo sí les digo algo: ¡mucho inoficiosos! Dedicarse a los títeres no es de personas serias.
Y menos por las razones por las que lo hacen: hacer reír a los niños y divertir a las familias. La diversión no la soporto. Sobre todo cuando veo gente como ellos, que llevan más de 40 años en el oficio y ocho lustros en este teatro, que no se detienen, y que además en esos años no han hecho sino expandirse: aparte de los títeres para niños también presentan obras para los adultos, festival de Blues y Jazz, Festival de Danza Contemporánea, Festival Internacional de Títeres Manuelucho…
Son un peligro, en serio. Eso de llevar diversión a la gente me impide controlarlos como deberían. Y además, se inventaron dizque un teatro con un nombre poco serio que hace volar la imaginación, esa que tanto he intentado atrapar en una jaula y no se deja: La Libélula Dorada. No quisiera entrar allá. Debe haber demasiada felicidad y eso no lo puedo resistir. Me agria el mal genio.
Por ahora, les pediría que no me junten con esa tropa de muñecos que han venido ofreciéndoles cada fin de semana a los niños, desde Ese chivo que es puro cuento, porque me escandaliza su olor; pasando por Los espíritus lúdicos, que tanto me asustan, hasta llegar a los que forman parte de La rebelión de los títeres y los héroes que vencieron todo menos el miedo, porque precisamente no me gustan los rebeldes que no nos dejan a personas dulces como yo hacerles lo que nos da la gana.
Ahora dizque andan cumpliendo cuarenta años. Y todos los aman y los celebran. Yo, por algún motivo que no soy capaz de entender, siento que los llevo dentro. Que de alguna manera, me manipulan. Que hasta me hurgan el corazón mientras los niños se ríen de mí. ¡Corazón! ¿Qué digo? Yo no tengo de eso. Allá ellos que se condenen en el infierno de la alegría y de darse a los demás. A mí que me dejen amargar al público que se ríe de mí. Y a propósito, siento cosquillas en la panza, y como si alguien hablara a través mío. Debo de estar soñando de tan sola que me estoy quedando.
Teatro Libélula Dorada
Cra 19 51-69 barrio Galerías
Tel: 2498658 – 3450683
PD: César Álvarez e Iván Darío Álvarez, fundadores de La Libélula Dorada, celebrarán este viernes 16 de septiembre en el Jorge Eliécer Gaitán sus cuarenta años. Boletas en tuboleta.com