Meditaciones Absurdas

Publicado el Iván Eduardo Montoya

La metamorfosis de Kafka y el poder

A propósito de las clases virtuales y el teletrabajo, tal vez esta cuarentena nos ha hecho visible que el ser humano encerrado es un insecto más, en el orden natural de universo… 

Fue en una residencia universitaria en la cual García Márquez descubrió una de las imágenes más sugerentes y estremecedoras, que se haya podido crear en la historia de la literatura universal y, que lo marcó para siempre. Un trabajador se despierta un día convertido en un horrible insecto.

La escena es aterradora, pues un trabajador ya no puede ir a cumplir con su obligación laboral. Gregorio se ha convertido en un animal amorfo, y una fuerza invisible lo oprime en su cama, al punto de impedirle levantarse para ir al mundo productivo a engrosar las filas de las oficinas para poder sostener a su familia.

Esa es la metáfora que celebra la vida y, tal vez, la preferimos a la transformación kafkiana. Tal vez el genio de Kafka radique en que invirtió el orden del proceso y en lugar de mostrarnos esa romántica evolución del insecto, construyó una metáfora en la cual nos hace explotar en nuestra nariz el proceso involutivo, mediante el cual el humano se deshumaniza y se va convirtiendo en animal para, finalmente, desaparecer.

Hoy en día en que humanizamos más a los animales y tratamos al humano como un animal es cuando descubrimos la potencia de la ironía Kafkiana, y se desvela su actualidad y enorme trascendencia.

Años antes de que Kafka estuviera en los planes del destino humano, Marx alcanzó a leer la contradicción que dormía, agazapada, bajo el ideal del mundo moderno al expresar que la máquina nos haría libres, pero que terminó creando el efecto contrario.

Pensemos por un momento en la pregunta hipotética de ¿Qué pasaría si un día no puedo ir a trabajar porque me he convertido en un insecto? Pensemos en la otra posibilidad ¿Cómo le responde el estudiante a su familia que no quiere ir a clase porque está convertido en una cucaracha? ¿la esposa del trabajador y el padre autoritario qué le responde? En el relato de Kafka aparecen las posibilidades de lo que le ocurriría a ese ser que, de la noche a la mañana, en un contexto capitalista no puede producir.

El poder empieza a ocupar ese lugar vacío, y Gregorio Samsa va perdiendo la comunicación con el mundo, se va encerrando en sí mismo y la familia lo va marginando. Gregorio va perdiendo el gusto por el alimento fresco y empieza a preferir la comida podrida.

Poco a poco, la atmósfera de su cuarto va degradándose, oscureciéndose y Gregorio va quedando en soledad y en el abandono. Se va volviendo un ser monstruoso y solitario que prefiere la podredumbre de su cuarto en lugar de las notas estilizadas de los violines que se filtran por puertas y ventanas. El revolcarse en el propio dolor, se vuelve en costumbre y regocijo.

Gregorio no resiste. Gregorio ni siquiera intenta mirar en su interior un mínimo de esperanza que le permita salir de esa condición deshumanizada, o si se quiere, de animalización, porque no hay salida, y la única vía de escape posible lo conducirá a su progresiva aniquilación y final desaparición de su individualidad. La pesadilla kafkiana se va volviendo cada vez más densa porque en el mundo de Gregorio no hay espacio para la resiliencia.

La metamorfosis de Kafka no puede cumplir la labor de darle alimento a los inconscientes  adolescentes llenos de la lama arácnida de la depresión. Gregorio nos enseña a los docentes a no convertir a los alumnos en élitros.

Hace falta diálogo para que nuestros alumnos e hijos no sientan la exclusión, porque,  Gregorio, después de tanto revolcarse en el odio por el otro, recordó que su humanidad estaba compuesta por una herramienta humana. Samsa y su familia nunca dieron espacio para el diálogo. El diálogo es una ruta para la salud mental. El diálogo es humanización.

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