Por: Adriana Patricia Giraldo Duarte
#ElAmorNoEsTurismo
Ahora que el mundo intenta escabullirse de sí mismo y que los sueños resultan positivo para el desasosiego, te revelas como mi verdad más segura.
Abro los ojos, me apego una vez más al frío de esta cordillera, la pinto con el amarillo de la rosa que elegí para el reencuentro y me abalanzo sobre la promesa de nuestra decisión.
Me queda fácil, porque antes, me mostraste de nuevo el amor. Lloramos juntos de felicidad y no de soledad, y abrazamos el siguiente día con el lujo sincero de quienes se reconocen.
Aprendimos a querernos en el reflejo de una ansiedad atada a la siguiente historia y defendimos la necesidad de la próxima noche.
Me cobijan tus frases a distancia, las canciones que tarareo sin que el pesado universo moderno me quite al deseo de verte, y las palabras que me explican que cuando se pierde todo, aún estás tú para consolarme.
Suspiro y eres mi alivio. Creo que no me has amado para estar en tierra firme sino para volar en el recuerdo de la imagen de tu caluroso balcón en días de verano y de sal en la piel.
Y revivo tu cara en el espejo de mi habitación, y espero con paciencia, y te confío mi esperanza. Y mientras llegas de nuevo, respondo dónde me gustaría vivir; leo el periódico y veo que hay más prohibiciones; y cierro mis egos y vuelvo al silencio de antes.
Ahora sé que volverán los besos en la aurora, volverán los martes de abrazos guardados, sin perdernos de lejos, en nuestro propio tiempo.
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