Adriana Patricia Giraldo Duarte
Usted vino a hablarnos de certezas, cuando todos los días, de camino al trabajo él maneja y yo sonrío tras ver la misma pared pintada repetirme sin cansancio que la fe es la certeza del futuro.
Y le sigue hablando a él, como copiando las palabras que bombean desde su corazón, cuando se hace en el balcón de nuestra casa de recién casados y me dice que yo también soy la medida de sus cosas y la respuesta a su todo. Como él, la respuesta a mi plenitud.
Tendría que haberlo visto tan cerca de mí, en la playa, cumpliendo su deseo de decirme tantos años después, que soy la mujer que veo las cosas que nadie ve en él.
Verlo tan pulcro, decirme que antes perdió el tiempo, y que conmigo se olvidó de las veces en las que hizo cuentas sobre todas esas oportunidades en las que se mordió los dedos para que yo no repitiera el NO que él prefería dejar de lado para seguir alimentando la ilusión de tenerme, pronto, muy pronto.
Pues la certeza llegó y soy yo ahora quien pide no soltar, encargarse, ser capaz, inventar, poner pasión, estar mucho tiempo juntos y eternizar nuestro hoy.
Me ha sorprendido tanto afecto de un amor que me devolvió la vida, la esperanza, las ganas de gritar al mundo que también en los tiempos modernos, amar es posible. Amar como ocurre en la mente insensata de las mujeres que lo damos todo por el SÍ, sin arrepentimientos, sin cordura alguna, sin miedo de nada.
Un día de este hoy, el hombre que me esperó por años me habla de cosas absolutamente maravillosas y reales.
Me dice que está bendecido, que aprende de mí el valor de la palabra, de la honestidad, de la lealtad.
Y yo no tengo otra manera que responderle con esto que le escribo a usted, que no nos conoce, para contarle que un día yo dije SI y desde ahí nada perturba mi felicidad.
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