Para Dylan y los demás…
Guardamos silencio como si tuviéramos que proteger la armadura, que un día, obligadamente, le pusieron a nuestros sueños.
Lo que no entienden los violentos, es que éste es un silencio para recomponer el futuro, para imprimir otro tono a las ganas de que nuestros hijos disfruten de una vida solidaria y sin restricciones. Un espacio sanador para llorar a solas y celebrar de nuevo el sol.
Habitamos temporalmente un silencio bondadoso con quienes han tenido que aportar una cuota de mayores soledades, para no negarnos a tener una licencia de felicidad.
Y ha sido la opción femenina, la indicada para transmutar el dolor, para tratar de entender un mundo a veces sensato, un universo a veces miserable como el que atrapa el orden natural de nuestros rumbos colectivos.
Que nos quede tiempo para las respuestas sinceras. Guardar silencio y pensar en el frío del piso, de la sala de espera del hospital, del pavimento que los amigos de Dylan quisieron calentar con velas blancas para que los ángeles se apiadaran no sólo de él, sino de los similares, quienes están hoy en cuartos solitarios y lúgubres porque han sido catalogados como distantes, ajenos, contrarios, contrincantes.
Vivamos un silencio que nos nutra y nos anime a pensar que podemos transformar la tragedia, olvidar la ceguera, ser más intuitivos y compasivos, encender una luz para que Dylan y los demás al fin ocupen el lugar que merecen.
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