En memoria de Diana Prieto.
Hay días en los que el corazón te estalla en pecho, te tiende sobre la acera, anticipa tus deseos de besos eternos y marca nuevos caminos para despedidas solitarias.
Instantes en los que no sabes cuál fue la última nota que leíste en el periódico, ni la llamada protocolaria que esperaron mientras les dabas la noticia, ni aquella de la excusa perfecta para volver a encontrar a una amiga.
Hay días en los que el corazón palpita sincronizado con el de tu gato, en el recuerdo del amor prohibido que le encargó tu destino, que suplió tu ausencia, que aplazó las palabras de gratitud por las sonrisas esquivas que estaban por conquistar.
Y te sientes invencible, en una extensión negra y lisa de tu mente, candente y poderosa en la marca y los pasos de las sonrisas que te hicieron desesperadamente única.
Tu mente vuela en las carreteras desoladas que van quedando atrás, ahora que respiras con un nuevo corazón, y te alistas para la vida que esperaste, sin afanes ni tediosas responsabilidades. Y te das cuenta de que valieron la pena todos esos detalles que desbordaste en los desconocidos, porque la felicidad y la generosidad bombearán tu pecho, a pesar de las ausencias.
Hay días en lo que el corazón vibra en la mente de quienes te conocieron, y revolotea en los recuerdos nocturnos de aquellos que vivieron contigo la fiesta de la vida, y te imaginan otra vez tan colorida y afanada por el después, superando la soledad de tu intimidad.
Y cuando estalla de repente en nuestras manos, trae unos cuantos secretos a flote, una sonada idea de injusticia, un llanto pequeño que no hace honor a la fuerza de tu voz, y un recuerdo divino y privado, en forma de oración, para que vivas la nueva vida que soñaste, con un nuevo corazón lleno de amor.
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