Adriana Patricia Giraldo Duarte.
Del otro lado de la habitación está su sonrisa.
La piel oscura y desmedida.
Las manos provocadoras y estimulantes; la línea punteada y sin intermitencias que los conduce a la felicidad.
La respiración retadora del pudor y de las acciones de niños con ganas de probar de nuevo su golosina.
Del otro lado de la habitación está el irremediable deseo de absorberse, de embriagarse para conectar los placeres desmedidos.
De hacerla propia para que ella le conteste, ahora como cómplice de las demandas de una fidelidad que creía perdida, que solo allí está la intención de dejarla mover, de arrancarle el éxtasis de sus ojos y entregar el pecho de hombre armado para el momento privado más importante de sus vidas.
Ambos se provocan, se alientan, se retan, se esperan, se gritan cuánto se disfrutan. Suben al diván improvisado del deseo. Corren a los lugares prohibidos y se nombran en nuevas palabras.
Se exploran, se abandonan, se retoman. Obedientes, sin niveles de sumisión.
Porque a nada en el universo privado de sus egoísmos, han entregado tanto en la libertad del amor, a un cariño que estará a prueba de insomnios y de olvidos, que buscará una y otra vez la salida para respirar y pedir al paso, un nuevo beso.
*Imagen de Vladimir Kush.