Por: Mary Ramírez
Sé que la soledad no es tu fuerte, tienes miedo, tienes grandes miedos que noche tras noche no te dejan dormir; y quizá por eso no te hallé, porque mientras tratabas de atiborrar tus angustias en otro corazón, yo me daba cuenta de que no tenía espacio más que para las mías.
Primero te busqué, pero no te encontré. Quizá te ocupabas con otro corazón que al final de cuentas no supo darte amor. Luego, aún sin encontrarte, me perdí en mi mundo de bailes bajo la lluvia, cantos a plena luz del día y melodías de cítaras todo el tiempo entonando en mi loca cabeza. Y así era feliz.
Es extraño recordar cómo llegaste a desordenar mis pensamientos tan llenos de calma. No me perdono haberte dejado entrar en mi vida cual hoja libre que cae en plena primavera.
Sin pensarlo, pasó. Te asomaste tú, a quien busqué y no le atiné; hoy, de repente, llegas dando un golpe de sorpresa a mi tranquilo mundo. Llegas como si nada, así como si todo. ¿Por qué ahora? ¿Por qué de esa manera?
Contigo, en tan pocos días, llegaron las perplejidades, el miedo, y al mismo tiempo la ilusión que da pasos lentos y prevenidos, una ilusión que en cuestión de segundos puede crecer o desvanecer. ¿Y sabes? Estoy preparada para cualquier cosa.
Tal vez, me permita acomodar un espacio para ti, y digo tal vez porque el mundo es un puñado de tierra que poco a poco se va deslizando de nuestras manos sin siquiera darnos cuenta, creyendo que tenemos asegurados los días y haciéndonos olvidar que todo es pasajero, efímero, fugaz.
Aquí estoy, dándote la bienvenida a mi vida, pero todavía no te permito pasar de la puerta. Da un paso atrás, aún no entres completamente, déjame observarte, déjame analizar tus intenciones, dame el beneficio de la duda. Cuando te lea interiormente, entrarás, y me dirás si dejo o no la puerta abierta.
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Concepto fotográfico de Logan Zillmer