Querida Astrid Helena:
No podía caberte más miedo en el pecho, porque tampoco te cabe más valentía y claridad en el corazón.
A tus actuaciones contundentes, ejemplo para las mujeres que son víctimas de silencios y maltratos agobiantes, solo habría que sumarle en este país convulsionado, que mereces seguir eliminando cualquier posibilidad de culpa de tu vida.
Que mereces seguir hablando fuerte, cuestionar la incapacidad de control de esos hombres que creen a todas luces que los gritos amilanan nuestro equilibrio. Claro que necesitamos que sigas rechazando, en nombre de todas, a los incapaces de autogobernarse. Que rechaces con vehemencia la trampa escalofriante de la zozobra a la que muchas quedan sometidas.
Ese equilibrio que te mantuvo fuerte en los ataques, es la voz que se necesita para dejar de creer que únicamente estamos hechas para soportar y reprimir. Necesitamos más ejemplos como los tuyos, que nos animen a mirar todos los días el camino que elegimos, con la frente en alto y con la tranquilidad de avanzar con los merecimientos construidos a partir del afecto y el sello propio de la feminidad.
Necesitamos que se acabe la encrucijada, validar con ellos argumentos que sean aceptados y concertados con un masculino que se compense en el respeto por lo que somos y aspiramos ser.
Sobre todo en estos tiempos de falsas visiones de la paz y de la guerra, debemos enseñar a nuestras mujeres a tener claro qué es eso de la integridad. Que queden atrás las erradas discusiones sobre lo bueno y malo, sobre la vida y la muerte, sobre la delgada línea que se raya socialmente para determinar si somos nosotras o son ellos quienes tienen la razón.
A tu carta de renuncia no le faltó nada. Más bien a un hombre como Otálora, que no puede llamarse defensor, le falta lo que a ti te sobra: amor por la verdad, por las mujeres, por el país que vamos a construir.
Tu mensaje es muy claro para las lloronas: a pesar de todo lo que nos pase, no podemos faltar a la verdad; no necesitamos la crisis para encontrar la luz; no requerimos pretender que todo está bien.
No desfallezcas, que este país cansado necesita tener claro qué está bien y qué está mal, y en ese límite de valor, necesita mujeres como tu que se atrevan a sentir que lo único que debe caberles en el corazón es la confianza y la lealtad con ellas mismas.
Saludo de lloronas,
Adriana Patricia Giraldo Duarte
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