Por: Lina Yizeth Espinosa García
Somos sensibilidad, alegría, llanto, construcción y destrucción.
Somos ciegamente distintos.
Somos maldad. Somos buenos. Somos altos. Somos bajos.
Somos libertad, belleza exótica.
Estamos atados a lo que nos rodea. No existe tal independencia, cuando alguien sale a explorar el mundo.
Dependemos de cada cosa para ser alguien, empezando por lo más vital, el oxígeno que depende de los árboles, y los árboles de la tierra.
¿Qué seríamos si nuestro cuerpo ya no funcionara?
No es un mundo independiente el que imaginamos. Dependemos del conductor que maneja la buseta para transportarnos.
Qué seríamos sin los recolectores de basura, que son los únicos que amablemente recogen los desechos, o la tienda de la esquina que salva todas las mañanas cuando necesitamos comprar algo urgente.
Qué sería de los músicos sin sus oyentes; el doctor sin sus pacientes; el supermercado sin sus clientes; que seríamos sin las manos campesinas responsables de la existencia de nuestros alimentos.
¿Qué seríamos sin ciencia y sin arte?
No podemos ser independientes cuando sin agua morimos, sin amor nos secamos, sin sufrimiento no triunfamos y sin ayuda no lo logramos.
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