Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Sí, a cualquier precio

 

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 Por: Juan Felipe Córdoba

Tengo que decir, que esta historia no es mía, es de mi madre.

Es la historia de una mujer que enfrentada a la más dolorosa realidad posible, no desfalleció, no se disminuyó frente a mí. Una mujer en quien encuentro el verdadero sentido de la paz, en su infinita generosidad.  Fue ella quien debió enfrentar algo que no le correspondía por culpa de esta guerra, no yo.

Trabajó más de la cuenta para poder avanzar, para poder asegurar ese sueño que tuvo alguna vez en conjunto de formar un buen ser humano. No esperó milagros del estado que debía responder por el compañero que había escogido para toda su vida y sólo pudo disfrutar pocos años.

Me he hecho a partir del esfuerzo y de un camino lleno de retos, siguiendo siempre el mejor ejemplo posible. Vengo de una familia de mamá y papá, unidos por el amor y el deseo de armar un hogar y educar a un ser humano útil y sensible.

Los niños empiezan su proceso de iniciación en el habla entre su primer y segundo año de edad.  El mío se retrasó porque no tuve la posibilidad de pronunciar una de las dos primeras palabras que abren la comunicación de los bebés: Papá.

Y desde mis 26 meses de edad, nunca la he pronunciado.

Los recuerdos sobre mi padre son escasos (por no decir inexistentes).  Esta guerra me quitó la posibilidad de tener un apoyo, otro ejemplo a quien seguir, la tradicional ¨figura paterna¨, quien me enseñara a montar en bicicleta, un concepto que debatiera la opinión de mi mamá, una voz masculina que me leyera cuentos, que me explicara matemáticas, que me reprendiera cuando no estaba haciendo las cosas bien, que me llevara de paseo los fines de semana, que impulsara mi pobre talento en el fútbol, que recibiera con alegría infinita después de largas estancias lejos de casa, que me montara en sus hombros al salir por ahí.

Por supuesto, esta guerra me quitó la posibilidad de haber dicho alguna vez a alguien la palabra Papá. Algo tan común y ordinario para tantos, que yo jamás pude ni podré.

Mi padre fue asesinado el 15 de abril de 1992, en medio de un enfrentamiento entre el Ejército Nacional y un grupo guerrillero en Caloto, Cauca.

Después de ese día (a mis 2 años y 2 meses), mi poco avance en el habla se vio pausado. No podía mantenerme lejos de mi madre porque pensaba que si se iba, jamás volvería a verla y definitivamente, la vida de ella y la mía, tomaron obligatoriamente una dirección diferente.

Fue ella sola, quien tuvo que hacer las veces de papá en todos los aspectos, mientras se doblaba estudiando y trabajando para ser el mejor ejemplo posible. Y jamás, en la vida, he escuchado a mi mamá referirse a nadie con odio, con rencor o con ganas de venganza. Para ella no es un sacrificio ni un insulto cada una de las concesiones que debemos hacer todos para acabar esta guerra absurda. Finalmente yo pude tener una infancia feliz, terminé mi universidad, prosperé en la vida gracias a ella. Y hasta puedo decir que no me permitió sentir la falta de mi papá; falta que seguramente ella aún siente.

Para algunos yo soy un bonito de recuerdo de mi papá y eso lo llevo con orgullo, pero no puedo negar que me duele decir que tal vez el que menos (por no decir ninguno) momentos tiene en su mente con esa persona de la que hablan con tanta admiración, soy yo. Soy el recuerdo de alguien que no conocí. Pero donde estés, prometo seguirlo siendo de la mejor manera posible.

Podría sentir rabia por una pérdida injusta, de un niño de 2 años que nada sabía de guerra, guerrillas, ejército, rebelión, política, estado… ¡Nada! y que de todas formas le fue arrebatada la posibilidad de crecer en una familia completa. Pero no es eso lo que siento hoy.  Lo que más deseo es que jamás se vuelva a repetir el dolor de mi madre, mi familia y mi imposibilidad de compartir con mi papá. A nadie, nunca. Quiero al menos, que historias como la mía se disminuyan considerablemente.

No tengo claro siquiera a quién tengo que perdonar, pero perdono a quienes hayan empuñado un arma para acabar con la vida de mi padre, con la esperanza de que al fin se cambie la historia de miles  porque estoy convencido de algo que me enseñó la mujer más sabia que he conocido: ¨La paz es barata a cualquier precio¨.

 

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