Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Señales de humo

En memoria de Carlos Alberto Castrillón R.

Por: Adriana Patricia Giraldo Duarte. 

Recuerdo el viaje corto, profesor Castrillón. El movimiento del transporte colectivo generó altibajos en mi mirada. Trataba de concentrarme en la fuerza fonética de ese primer cruce de palabras, porque sus pequeños ojos bordeados de lunares, jamás hablarían de la grandeza de su vida.

Fue la primera vez de cercanía con el mito, con la sobriedad, con la disciplina. Borrar una barrera natural que se levantaba entre los escritorios universitarios, guardando el oportuno respeto entre alumnos y maestros.

Nunca esa distancia ocultó el ser humano irónico y sonriente.  La reverencia era con el sabio austero y preciso que hablaba para develarnos historias de Un Mundo Alucinante, para entregarnos lecciones impasibles y discretas contra el olvido.

No voy a borrar esas imágenes de privilegio. Superar el miedo y preguntar lo que parecía absurdo para escuchar siempre una respuesta inteligente cargada de novedad.

Fue un lujo tener esas citas colectivas. Imaginar ese horizonte narrado con precisión y holgura, con la magnífica magia del sarcasmo y la lealtad con el camino de la literatura.

Ahí desciframos ciertos códigos privados que nos hicieron únicos.  Afuera, en la cafetería, verlo fumar y tomarse su negro café, animaba el siguiente paso de la conversación, hasta la noche, donde la cena pocas veces podía salirse de lo convencional.

Nosotras, particularmente, lo seguimos haciendo.  Y prometemos hacerlo. Abriste una puerta imposible de cerrar, señales de un mundo de grandes significados. Podremos olvidarnos y repasar las cargas sintácticas, pero jamás del tono de la pasión con la que asumías todo, el brillo de los ojos, la magnitud del conocimiento, la vitalidad del hombre inquisitivo, pero generoso.

Ayer, cuando el sonido de la última campana nos dijo que no volveremos a verte, nos unimos en celebración femenina.  Lloramos, claro, de nostalgia, recordando el cd gris con la canción de Jim Croce, como si las palabras pudieran hacer que los deseos volvieran.

Y volvimos por un momento, vacías, varias, a imaginar la presencia del hombre simple y misterioso que nos habló de la gran Clarice Lispector, y nos trajo las señales de humo a la ventana de nuestra propia libertad.  Muchas seremos el círculo de humo, y tú, el profesor honesto y majestuoso, nuestra larga bocanada, sin  afanes, sin llanto.

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