Por: Paulina Palacios Narváez
Vivo en una constante terquedad que se convierte en ceguera y sólo me permite ver las cosas a mi manera.
Me pierdo contando las tristezas que me has causado y me enredo sumando las alegrías que te he dado. Estoy cansada y deprimida, sin una decisión y mucha frustración.
Me pregunto una y mil veces, ¿será qué fuimos o seremos? No sé, qué es lo que siento, no sé, qué es lo que espero; pero aún te quiero.
Decido tomar una balanza. En este juicio serán testigos la razón y el corazón.
Me exigen sinceridad y frente a ellos dos, todo se ve con un poco más de claridad.
Luego divido: en el centro sosteniendo: nuestros sueños, logros y proyectos; viajes y lindos momentos. ¡Han sido bastantes sucesos! Inicia el verdadero juicio: A un lado mis caprichos, al otro tus motivos. A un lado mis intenciones, al otro tus acciones. A un lado mis exigencias, al otro tu nobleza. A un lado las tristezas que te he causado, al otro las alegrías que me has dado.
Tengo miedo y también anhelos.
El veredicto: no señala culpables, pero indica que la solución implica una gran decisión.
Respiro profundo. Decido olvidar tus pocos desplantes y valorar tus muchos detalles.
Decido olvidar tus pocas ausencias y valorar tu constante presencia. Recordar las veces que estuviste, incluso sin llamarte; y olvidar las pocas veces que te busqué y no llegaste.
Decido olvidar lo poco que he sufrido y valorar lo que hemos vivido.
Hoy me comprometo: no habrá más frialdad sólo ternura. No habrán más críticas destructivas, sólo oportunidades constructivas.
Ahora entiendo que no sufría mi corazón, sino mi ego, por eso, decido alejar el miedo y el orgullo, para quedarme a tu lado. Me comprometo a matar este rencor para salvar este Amor.
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Concepto fotográfico tomado de Daria Petrilli