Por: Mary Ramírez
Llegaste pisando fuerte en mi frágil mundo lleno de miedos. Con luz tenue, sin encandilar, pero con la suficiente claridad como para alumbrar algunas sombras que aún me perseguían.
Llegaste de otro Universo al mío, irrumpiendo mis días tan llenos de lo mismo.
Llegaste clara, serena, segura, desbordando de amor. Llegaste, mi Medialuna, como hermoso deseo que con ansias esperaba.
Llegaste, para enseñarle a mi corazón las mágicas sensaciones del amor, ese amor que apenas voy conociendo, ese amor que solo se entiende por vibraciones.
Espero estar a tu altura. Con ese amor que equilibra energías, pálpitos, sentimientos, pensamientos.
Llegaste, también como estrella fugaz pero con deseo pendiente; un deseo con el más puro interés de vivirlo plenamente.
Llegaste, con tus ocurrencias, esos pensamientos originales que atrapan de inmediato.
Llegaste, así, inquieta y a la vez serena, gritando y también en silencio, abrazando y en algunos momentos solo soñando.
Llegaste, Medialuna, como arte y simbolismo, como emblema a mi vida, como creencia que no quiero soltar, como religión a la que quiero ser fiel, así sea que me convierta en la mejor de las Dorcas, esa especie de entregada discípula.
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