Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Llorar de terror

Por: Adriana Patricia Giraldo Duarte

Hay una energía oculta que busca siempre acomodarnos las palabras, incluso a ti, que has pasado dormido en el nuevo diván de la comodidad social, y poco te enteras de las desgracias ajenas.

El tiempo ha vetado algunas de tus necesidades, a pesar que de vives tan ocupado en esas pretensiones individuales, a pesar de que ya ni reflexionas sobre los oscuros hilos de poder que deciden por nuestro futuro.

La indiferencia te ha vuelto selectivo y has sido tan egoísta que eres incapaz de descifrar los nuevos lenguajes, incluso cuando las bombas te estallan en la tele, donde lloran los vecinos, las madres, los hijos, jamás los dueños del poder de la nada.

Ellos también han estado tan ocupados en diseñar la estrategia que les permita mantener sus negocios, que ya ni la luz les entra por las pupilas y repiten fobias una y otra vez, en su método ganador de violencias y sueños rotos.

Y al lado han tenido un comité que aplaude sus estupideces, un séquito de ignorantes incapaz de cuestionarlos, porque además no entendieron parte del vocabulario de principios que nos enseñaron las abuelas, las de antes, las que tejían pequeñas ilusiones al caer la tarde.

Pienso si los ojos se te llenan de agua, como a muchos de nosotros, cuando las primeras ondas del día nos traen noticias de desolación y desasosiego.

Cuando imaginamos qué sienten las madres de los chicos que una vez tuvieron fe y ahora explotan en sensibilidades, sin tener más que una bandera rota en la que enterraron también las esperanzas.

Pienso por qué nada te moviliza, cuando has dicho públicamente las frases inciertas que atacan a los demás y te alejan de las responsabilidades.

Hoy amanecimos sin querer, en la misma línea.  Llorando de terror por lo que no fue, abriendo espacios a los insensatos, dejando que nos ganen la batalla de la felicidad, ocultando las ganas de vivir, posponiendo gritar las frases que deberían defendernos a todos.

Nos acorralaron una vez más y dejamos que los minutos sigan corriendo, sin hacer oraciones, sin mirar con fervor a los demás, sin defender la tierra que nos vio nacer.

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