Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Las niñas cristal

Las niñas cristal se bañan con jabón de avena y huelen a jazmín de noche.

Jamás pierden su capacidad de asombro. Son constantes y sutiles; nacieron antes de tiempo, porque trascendieron el orden impuesto a los demás, entendiendo que están hechas para tomarse de la mano, generar tranquilidad y ser refugio y barrera de contención.

Son dramáticas porque intuyen el minuto que viene, y a la vez son nobles e impulsivas, y sonríen, y abrazan al desconocido, y penetran los agudos territorios, mientras el corazón les abre las puertas a una nueva dimensión espiritual.

Hacen jardines y tienen viveros propios en los que cultivan la mística de la madre que le habla a sus hijitos, con la confianza plena de la fe que todo lo regula. Saben que tienen el mismo ADN verde que muta y transita por múltiples colores.

Son las justas sacerdotisas del arte, capaces de unir con perfección los círculos de ángeles que ponen en las muñecas y tobillos de su otro yo, mientras conectan con mantras que transportan más allá del vacío.

Son las actrices naturales que bebieron de la pasión de los clásicos, cuando no sabían de teatro y de bailes, pero que luego sonrieron para gritar cada verso con la fuerza vital de los colores cálidos.

Son el cuerpo firme y ondeante que protege la diversidad. La madre amorosa que siente en cada poro la entrega, que escucha, vive y ama su maestro, porque percibe la diferencia como el regalo de un diamante exclusivo que se cuida hasta la eternidad de la última subasta.

Son las magas capaces de dormir un minuto y en silencio sobre una escoba, sin inmutarse. Las que entienden las culturas milenarias, en el escaso ruido de los pájaros que bajan al sendero.

Son las sanadoras sabias que estudian a diario la memoria, que aman el discurso colectivo y descifran el mensaje de los gorilas, para que entendamos nuestros dos corazones, y el cuerpo de los niños, de los grandes, de los otros, de sus espejos vivos.

Son la fuerza que necesita la sana vanidad, porque son perfectas de la punta al pie, y eligieron lucir tres puntos de oro en sus orejas.

Son el perro fiel y bondadoso, vestido de un solo color puro, y usan medias licradas, y lucen con orgullo sus crespos, como antenas que atraen el sol al final de las caminatas.

Son los seres de inteligencia naturalista que eligieron un trabajo por estar rodeadas de árboles, y le sonríen al desconocido en su sombra, y domestican con su propia libertad y fortuna.

Son las guerreras luminosas que escriben para su Rey con lapiceros de colores, y usan su escudo protector para sanar, y nos ayudan a comprobar que no hay nada más poderoso que la fuerza de la maternidad.

Son la joven montaña de colores, con puntos y corazones bordados; las chicas de mirada transparente, que atrapan con sencillez, argumentos y dulzura.

Son la voz clara y contundente que llora con la maestra cuando encuentra su esencia, y sigue leyendo en tono alto, porque el universo la eligió para ser faro y luz de los demás.

Son la última línea de una estirpe de agua y sensibilidad femenina. Las primeras de un clan exclusivo que arrulla y tranquiliza con madurez, en la onda encantada de la perfección divina que las unió.

Son  el ruido necesario, la compañía que nos abre el camino, las que están dispuestas para nosotras, las que se preguntan el por qué, y están a nuestro lado para que encontremos equilibrio y bienestar.

Las niñas cristal son la puerta que se abre, el primer sonido que arrulla, el vuelo de la libélula, las rebeldes que no obedecen, y que se tiñen el pelo y se ponen moños.

Las niñas cristal son las que no quieren vivir el riesgo de estar cuerdas; el centro de la sinceridad, las mujeres que se bañan en el mismo río, la unidad, la libertad, el orden sincrónico y las burbujas de agua que forman un pecho de paloma.

Adri.

 

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