Por: Adriana Patricia Giraldo Duarte
Hay almas con guerras propias que presionan sus pasos y aceleran los miedos con sirenas, que reducen el tiempo y se meten obligados a un sótano con desconocidos.
Hay otras almas que no le dan el lugar a la libertad, ni las gracias al ejercicio privilegiado de mover los músculos de los ojos en la mañana. Despiertan pensando que algunos regalos son obligación, y se van, minuto tras minuto, sin extrañarse, sin aplicar la compasión, sin interesarse por la vida de los demás.
Algunos reciben las órdenes sin cuestionar el por qué. No miran a sus víctimas a los ojos, ni dan la oportunidad del último respiro. También ellos viven guerras que los condenan y en un tiempo sanarán desde adentro, para entender que perdieron valiosos segundos al odiar y que era más fácil oler el abrazo suelto de aquel al que el amor le arde en los poros.
Hay almas con guerras propias condenando la palabra ajena y diciendo a viva voz que lo harían mejor, que podrían transformar sus propios cuerpos, porque sí son capaces de asumir lo que la sociedad impone, más no la decisión errada o acertada del vivir.
Hay otros listos para opinar detrás de los perfiles, anticiparse en los estrados, condenar sin argumentos, creerse superiores cuando pueden llegar a ser tan miserables como el dueño del poder que los obliga a actuar sin pensar.
Hay almas que ya perdieron una vez la batalla. Y creemos en su transformación cuando las vemos por las calles, aunque sigamos pensando que no tienen derecho a resurgir. Pensemos que ya padecieron en sus encierros, y lloraron, y rogaron, y pidieron una segunda oportunidad.
Hay seres que pueden dormir en paz. Que nos acusan menos, nos equilibran. Nos hacen reír, creer otra vez, pensar que vale la pena superar el dolor propio y ser testimonio y palabra viva llamada compasión y luz.
Todas las almas tenemos guerras propias que solo se libran con paciencia y lágrimas ocultas, con gratitud por respirar las flores que nacen con la lluvia, con el corazón vibrante: el único capaz de transformar, de conectar con todo aquel que necesita la rotación de la bondad.
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