Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

La última mirada

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Respiraba como diciéndole a las horas que no corrieran más porque no iba a alcanzarlo.

Movía su fragilidad como para atraer la mirada de quien no la amó.   Se le veía convencida del futuro, aunque sus largas pestañas fueran siempre una extensión de su tristeza.

Perdía la mirada entre un pedacito de sí misma, porque prefería concentrarse en los movimientos  de su bebé recién nacido, que realmente la cautivaban y la llenaban de valor para pensar en el después.

Él como siempre, tan ensimismado y retador de la realidad.  A pesar de vivir con ella, nunca la conoció ni logró descifrar sus señales.

Mientras medía una y otra vez la temperatura del biberón, aferrándose a sus nuevos símbolos, mostraba en sus  blancas manos de mamá agobiada, la suma de sus insatisfacciones y debilidades.

Al menos, lloró.  Él solo se reía entre los juegos del destino, que le ponen fecha de vencimiento a la falta de conciencia.

Nunca quiso dar más de esa medida oculta, y ella le dio su último mensaje.

El médico dijo que apagó los ojos y ya no quiso verlos más.  No hubo imagen de la felicidad.

¿Cómo pudo abandonarse tanto y no quedarse mirando a quien sí la amaba?.

Tristemente dejó de respirar y se dio cuenta de que no le correspondía alcanzarlo, pues a ella ya la había condenado el adiós.

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