Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

La fórmula de la despedida

 

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Adriana Patricia Giraldo Duarte

Vine a dejar de batallar con mis miedos. Anoche les dije que la única implacable seré yo. Que abriré la puerta antes de la despedida, con la gratitud de una dignidad armada de pedazos que ya no se pueden compartir.

Vine a abrazarme con un fantasma de ruidos nocturnos.  A hablarle de lo imposible que es ya, alimentarse de comentarios inapropiados.  Que la ventaja de ser mujer es aprender, que no decidir es dormir con el enemigo silencioso de la traición.

En cambio, en las mañanas de domingo, se pueden retar las mortales decisiones de quienes no verán más allá de sus propias faltas, de los que anhelan levantarse el lunes con claridad de decidir vida propia.

El azar de la fotografía me llevó a los bellos ojos verdes de una abuela poeta.   Me susurró: “llegan momentos en que la vida se impone y la atención prestada tiene que disminuir”.

Y en mis manos estuvo hacer firme el deseo de levantarse con la emoción de  asumir las riendas de nuevos momentos sin tensiones; con pasiones que empujen el bienestar de los demás; con el lujo de mirar a los ojos a los míos y decirles con orgullo que no se deben nada, más que sus propios errores.

Que asumir deber ser la bandera, y que en la coherencia de los afectos, solo los seres que amamos saben quién es el fantasma.

Vine a dejar de batallar con mis miedos.  Los amigos me dijeron que cuando se cruza la línea, es imposible regresar.  Que la fortaleza traerá claridad y nuevos pensamientos, alejados de ese bombear continuo de odios a los que ya es imposible temer.

Yo estuve igual de fascinada por la abuela de ojos verdes, por la mirada limpia, inteligente y a la vez imperiosa que vio asomar un peligro y le pudo decir: ahora mismo me tengo que despedir.

Y como ella, suavemente, empecé a pensar en una fórmula. En una fórmula que dejó atrás la mirada inquisidora de quienes no entienden de polaridades, porque viven en ellas, infelices, sin nada que apostar, sin nada que perder.

Pues bien, como dice ella.  Ambas estamos pensando en aquella fórmula de la despedida, que es también “una disculpa y un modo de esperanza que rompe el arco de la muerte”.

 

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