Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

La escena de los ojos azules

 

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Por: Mary Luz Mojica Pisciotti

 

Ahora quisiera no sentir aquello que me haces actuar. Te intuyo. Sigues siendo innecesaria, lo has sido desde entonces.

Tengo un sueño que palpita como si fuera pesadilla.

Una invocación macabra que recorre mi espina dorsal, que aparece y desaparece entre sonrisas, mentiras y libertad.

Se extienden los latidos a través de la superficie noble que la calma parece poseer.

Se dibuja un gesto sincero en el surco de los labios, uno de esos que recrea y trae a la memoria el olor de las noches de la infancia.

Cae la actriz. Aparecen los miedos antes enterrados, los golpes no merecidos, las confusiones no solucionadas.

Se origina la revolución interna que precede al impacto. Aparecen otra vez esos ojos azules, tan misteriosos, tan perfectos. Mil aromas de mil tardes fundidos en cuatro segundos. Las fotografías almacenadas permanecen rezagadas para sorprender al siguiente paso. Caigo.

Me observan cientos de ojos, atónitos, impresionados. Ojos que quizá se sienten traducidos, aunque yo conozca con certeza que solamente se reconocen expresados.

La silueta resbala, golpea el suelo y se queda quieta. Durante un instante, el aliento del público se silencia entrecortado, reflejando asmáticos principios de impotencia.

El aire trae con su soplo las miradas de ternura, dolor, miedo y pánico que adornan mi escena. Giro. La cintura se delinea con una blusa de gris presencia, relievando en la postura trazos tenues y escondidos.

Justo en ese instante, la realidad desconecta su influencia y me deja fluir. Y atrás, los ojos azules, lloran.

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