Adriana Patricia Giraldo Duarte.
Camina sin distracciones porque conoce la ruta de regreso. Aprendió a jugar y a moverse sobre la inseguridad paralizante que heredamos los demás.
Solo la fiereza de afectos que nos deja expresar en algunas mañanas le permite correr y tomar distancia. Junta sus manos sin referenciar pasividades y le da vuelo a sus lógicas pensando una a una las probabilidades que puede armar y desarmar; contar y definir con sagacidad.
Sabe negociar con sonrisas porque no le teme a la cercanía y puede comprobar que en su entorno no hay decisiones a tintas medias, ni posibilidades cortadas o estudiadas para la falsedad.
Se sostiene sobre un aire de equilibrio que solo podemos medir quienes la descubrimos en la oscuridad, sin maquillaje. A nadie le queda duda de que pisa fuerte porque sabe dónde está el camino de regreso, el mismo que ha ido puliendo al olvidar los enemigos, los dueños del poder, de los odios que carcomen a quienes no la alcanzan en altura.
La acusan de asumir medidas extremas. Los mismos que la descubrimos en la noche sabemos que es un torrente de sorpresas. Que cada movimiento es pensado, que su control es producto de la disciplina y el apasionamiento con el que reta los minutos.
Camina sin distracciones y hasta él lo sabe. Habla claro porque define lo que quiere. Decidió recuperar el tiempo perdido y vinos a hablarnos del rigor del futuro, con la osadía de la juventud y la sana fe en que todo es posible.
No se entrenó para bailarina o vedette. Se asumió con sus notorias cualidades, sin tenerlo miedo a la censura, conociendo la clave del camino de regreso, y a fe que lo logró.
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