Por: Cristian C. Álvarez.
Estaba un hombre recostado sobre la cama de su alcoba, pensando en su desdicha y la rutina que perseguía su vida.
Su esposa, quien se encontraba a su lado, lo miraba con curiosidad en sus ojos.
Se acercó y tomándolo de su mano le dijo: tengo una confesión que hacerte, pero antes necesito que sepas que te amo y que siempre lo he hecho y siempre será así.
Con curiosidad, el hombre acepta oír lo que su esposa desea decirle, cediendo con cierta preocupación en su ser.
Ella le dice: hace 5 años tuve una relación con un hombre con el que me besaba en esta alcoba. Juntos hicimos el amor en varias ocasiones y sigo enamorada de él.
Enojado, el hombre se levanta de su cama, golpea paredes, se toma del cabello y gritando a su esposa le dice:
-Pues yo sostengo una relación con una mujer de mi oficina. Ella y yo hacemos el amor desde hace 2 años y estoy enamorándome de ella.
La mujer desconsolada cae de rodillas sobre el suelo y se apoya en su cama. Solo puede llorar y arañar su almohada.
Al ver su reacción, el hombre queda atónito e intenta llegar a sus manos y después a su cuerpo para abrazarla.
Ella se apega a él y con leves golpes en su pecho llora desconsoladamente.
Lo último que éste escucha de la voz quebrantada de su esposa es: “Ya no eres el mismo hombre de hace 5 años”.
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