Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

La bóveda encendida

Por: Margarita Arteaga Cuartas

Siempre me gustó el color azul y desde que te conozco mucho más. Ha representado la inmensidad: en el mar, en el cielo, en el trasfondo de las noches de estrellas sin luna, que también son aquellas por las que siento una especial fascinación.

Desde que te conozco el azul se suma a ese cúmulo de bellezas inadvertidas que se aparecen sin querer en la vida, en mi vida. El amor se tornó azul y el sentimiento también. Se marcó en el caminar de una senda, por años incierta, pero fija y presente; dibujó el sentimiento más profundo y puro que haya podido profesar y sobre todo, se quedó para cubrir lo que yo quiero en esta vida.

No imagino más días sin ti, no pretendo yo, tan mortal e infinitamente imperfecta, alterar los planes de la Providencia, pero si se me permite, yo pintaré mi vida de tu azul hasta morir. Yo iré por el camino que se marque con la persistencia del sentir y creo que no en vano, estoy aquí, estamos aquí, luego de tantas historias bien y mal contadas, bien o mal recordadas, pero historias al fin y al cabo. Por eso quedarán guardadas en ese lugar intocable por los demás, perfecto para nosotros y único para este amor. Esa bóveda que se abre para emanciparse, para cantar el más bello y tierno de los versos, para robarle la existencia a un mar recogido, en calma o embravecido.

Al final, quién sabe hasta dónde irá este camino, solo ruego que la sinceridad no le arrebate la pureza y que por un instante, eso que se nos permite vivir, se recree en la tibieza del azul, del azul de tu amor, de este amor. Y que siga bendecido por los enigmas del que todo lo puede y lo sabe, del que guía con sabiduría estos pasos, esta línea marcada de azul…

«Pasó el tiempo de la separación, y la pena, el ardor y la tristeza, también, y girará esta bóveda encendida a la medida del deseo del corazón, también…».

 

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